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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Veo muy bien a la España «progresista»

¿Puede haber algo mejor para un país que gastar más de lo que tiene, trabajar menos, estudiar poco, premiar a los delincuentes y convertir la ley en un clínex?

Amí no me van a ganar los ecuánimes informadores Intxaurrondo y Fortes a la hora de poner en valor la España «progresista» que lidera con tino, visión y magisterio nuestro probo presidente Sánchez Pérez-Castejón.

La España «progresista» no cesa de ofrecer lecciones que admiran a todo el orbe. Cortar con barricadas de fuego la autopista que une España y Francia, asaltar la estación del tren y el aeropuerto de Barcelona, quemar durante doce días las avenidas centrales de la ciudad y romper escaparates… todo eso no es delito. ¡Collonut! ¡ Pero si la Inspección de Trabajo de Yolanda Díaz sospecha que existe una irregularidad laboral en la compañía de Nacho Cano, el derechoso ex Mecano debe ser detenido inmediatamente (por cierto, enhorabuena al interfecto por su audaz rueda de prensa y bienvenido a la «fachosfera», nos vemos pronto en Soto del Real, sección de «Disidentes»).

En la España «progresista», con su productividad por los suelos, vamos a tomar la inteligentísima medida de reducir la jornada laboral. ¿Y por qué? Pues porque a una vicepresidenta comunista, que tiene un partido que rasca menos votos que Nebulossa en Eurovisión, le place por pura obsesión dogmática. En el paraíso socialista de Sánchez Pérez hemos descubierto que se puede cobrar más y producir más trabajando mucho menos. Nadie explica cómo se hace. Pero eso es anecdótico.

En la España «progresista» hemos dado un gran avance en igualdad creando dos tipos de ciudadanos: los Híper VIP (catalanes y vascos) y los parias del común. Se ha impuesto además una admirable máxima política: «Cuanto más desleal seas con el Estado, más premio recibirás de dicho Estado».

En la España «progresista» hemos descubierto que Puigdemont, de talante xenófobo, cobarde y extravagante, que defiende que los catalanes son un pueblo superior a la chusma guiri y española, es en realidad un progresista valiente y cabal. Pero Vox, que defiende la igualdad entre españoles, la unidad de España y el orden constitucional, es peor que Mussolini y Pétain juntos.

En la España «progresista» hemos descubierto que cuanto más pencan los alumnos mejor preparados salen y cuanto menos estudian, más saben. Además, tenemos muy claro que la «perspectiva de género» es bastante más necesaria que las matemáticas, la filosofía, la historia y la gramática.

En la España «progresista» hemos descubierto que lo humanitario no es ofrecer cuidados paliativos para ayudar a los enfermos terminales a sobrellevar sus padecimientos con dignidad y sin dolor, sino que lo moderno y avanzado es que un médico de la sanidad pública les dé pasaporte contraviniendo su juramento hipocrático.

En la España «progresista» no hay jornadas de apoyo a la multitud de ancianos solos, o mal cuidados; ni de solidaridad con una juventud que sufre una auténtica epidemia de paro y bajos salarios; ni de ayuda a las familias para que tengan hijos… pero eso sí: organizamos cada año unos Juegos Olímpicos gais que flipas.

En la España «progresista» resulta que el presidente que llegó al poder con 85 escaños con la coartada de acabar con la corrupción tiene a su mujer y a su hermano en el juzgado, a su ex mano derecha expulsado del partido por golfo –con una sórdida trama de mordidas en su ministerio– y al Tribunal Constitucional «indultando» el mayor latrocinio de nuestra democracia, los ERE del PSOE. Menos mal que venía a luchar contra la corrupción…

En la España «progresista» la economía despega: el poder adquisitivo del personal cae, la deuda se dispara, los datos de paro están manipulados por el Gobierno, que gasta sin límite lo que no tenemos, se nos fríe a impuestos y más del 40% de las familias sudan tinta para llegar a fin de mes. Pero vamos «como un cohete», en palabras de nuestro Líder Supremo, un gran demócrata que ya prepara leyes de «calidad democrática» para dar estacazos a la prensa díscola que ha tenido la subversiva idea de contar los chanchullos de su mujer y su hermano.

Me siento feliz y agradecido de vivir en la nación de naciones que preside Sánchez Pérez-Castejón. De hecho, no sé a qué esperamos para cambiar el rancio Himno Nacional, que seguramente compuso Franco en alguna noche de duermevela, por una Oda al Timonel Progresista y Plurinacional, con música de David Azagra, patentada con algún software de Begoña, con letra en vasco, catalán y esperanto, y con los royalties desviados a través de algún chiringuito opaco de Aldama, Koldo y Ábalos. La España «progresista» es así. Y si la cosa se pone chunga, pues ya saben: ¡Cándido, saca la máquina de indultar!, porque nosotros estamos siempre, siempre, siempre «en el lado correcto de la historia».