Un batasuno en París
Estoy deseando ver a Peio Dufau pidiendo la independencia en París y llamando opresor y fascista al Estado francés
Para hacernos una idea de cuán moderado y democrático es ese Nuevo Frente Popular con el que se ha aliado Macron para hacer un cordón sanitario a Le Pen, pensemos que uno de sus representantes es Peio Dufau, el primer miembro del Bildu francés, EH Bai, elegido para la Asamblea Nacional. Muy útil también para entender las grandes incoherencias de los nacionalistas, que arremeten cada día contra uno de los estados más descentralizados del mundo, el español, mientras apenas alzan la voz contra uno de los más centralizados, el francés. Y para llamar la atención sobre la artificiosa y caprichosa naturaleza del nacionalismo: fuerte en la parte española, débil en la francesa.
Estoy deseando ver a Dufau pidiendo la independencia en París mientras llama Estado fascista y opresor al francés, pero de momento tan solo ha dicho que va a pedir la creación de un Departamento vasco y defender el euskera. Es decir, algo que está a años luz del sistema autonómico español. En realidad, y para ser coherente, Dufau debería usar en París el sistema político español como ejemplo, imiten ustedes a España, podría decir. Pero la gran mayoría de franceses sigue rechazando de plano el modelo federal, lo mismo que la cooficialidad de las otras lenguas. Es decir, que son unos ultraderechistas casposos opuestos a la diversidad y al pluralismo, según los nacionalistas de este lado de la frontera, pero también según nuestra izquierda.
En el lado más trágico de esta incoherencia, ETA, que asesinaba en nombre de la independencia de Euskal Herria, un Estado que agruparía al País Vasco, Navarra e «Iparralde», el País Vasco francés, lo hacía en España mientras se refugiaba en Francia. Pero también en el lado trágico de la incoherencia de la democracia francesa, que miró hacía otro lado hasta que llegó Sarkozy al Gobierno. Dentro de esa cultura política europea de blanqueamiento de los terrorismos de extrema izquierda, al menos siempre que no atacaran a los tuyos.
El nuevo batasuno del Parlamento francés simboliza bien la artificiosidad de los nacionalismos étnicos. Porque hay una Francia culturalmente vasca, una continuidad en el idioma, el folclore, el paisaje, la idiosincrasia, cuando se cruza la frontera. Esa bellísima canción de Benito Lertxundi, «Oi ama eskual herri goxua», que habla de la tristeza del vasco de Zuberoa que tiene que emigrar a París porque su hermano ha heredado el caserío, conecta profundamente con los vascos de cualquier lugar. Lo mismo que Erramun Martikorena, el pastor y cantante de Baigorri, cuando canta «Xalbadorren heriotzean», esa otra hermosa canción del gran Xabier Lete.
Y, sin embargo, el nacionalismo francés es minoritario, a pesar de que tendría, teóricamente, muchas más razones para cuestionar al centralista Estado francés. Muy representativo de un planeta en el que hay más de 7.000 lenguas, pero tan solo 193 estados. Y quizá muy útil pedagógicamente, ahora que vamos a tener un batasuno en París, para hacer entender de una vez en el resto de Europa que el problema de España no es su sistema político o su Estado, uno de los más descentralizados del mundo, sino sus nacionalismos radicales y contrarios a la diversidad y el pluralismo. Que le pregunten a Peio Dufau, o a su nuevo sorprendente socio en las elecciones, Emmanuel Macron.