¡Somos ricos!
Si vienen elecciones, porque ERC no lo evita o Junts hace saltar por los aires el pacto de salvamento mutuo, que los sufridos votantes sientan al menos la sensación de que nadan en la abundancia
Iluminada por el brillante punto de luz en el que según el FMI se ha convertido la economía española, Montero ha decidido tirar la casa por la ventana. El principio de prudencia que debe guiar la acción de todo gerente de la cosa pública, el de guardar en los tiempos de abundancia, no se aplica en estas circunstancias de apuro político. El gobierno necesita un presupuesto para intentar conservar el poder y, si eso significa abrir el grifo del gasto estatal y regional, intentando dinamitar de paso la unidad del bloque autonómico popular, se abre. Si vienen elecciones, porque ERC no lo evita o Junts hace saltar por los aires el pacto de salvamento mutuo, que los sufridos votantes sientan al menos la sensación de que nadan en la abundancia.
Y, sin embargo, esa riada de millones tardará en llegar al último bolsillo de los ciudadanos. Si es que alguna vez llega. Los cien millones que Pedro Sánchez pretende gastar en medios amigos para disimular que la Moncloa se ha convertido en la oficina de los negocios particulares de la familia, no logrará tapar el bochorno que suscitan las noticias sobre la desenvoltura y la soberbia con la que se conducían su mujer y su hermano. Sacar a Cataluña del sistema de financiación autonómica, no sólo no logrará mejorar la gestión de sus hospitales o garantizar que sus alumnos puedan elegir en el colegio la lengua vehicular que prefieran, sólo conducirá a engordar los chiringuitos de los separatistas. A costa de dinamitar otro principio constitucional, aunque, a estas alturas, esto sea ya lo de menos para el gobierno.
A la hora de la verdad, Hacienda será o se sentirá rica, pero la deuda pública seguirá detrayendo dineros del presupuesto. Los ingresos adicionales que Montero espera no se van a destinar a aliviar nuestra posición de endeudamiento para gozar de un mayor margen de maniobra. A la hora de la verdad, aunque los trabajadores pagamos cada día más impuestos, los que no trabajan no reciben los cheques ayuda de Escrivá o Yolanda porque no tienen acceso a las comunicaciones digitales. A los que les llega, les sirve para redondear el presupuesto de ingresos procedentes de la economía sumergida. Y, cuando lleguen las vacas flacas, que llegarán, las autonomías ensoberbecidas se resistirán en embridar el gasto. Bien podría explicarle Elena Salgado a su sucesora los portazos que recibió de las capitales autonómicas, Toledo sin ir más lejos, cuando intentó explicarles que el presupuesto, igual que se estira, debe encogerse llegado el momento.