El federalizador enamorado
Llevo años intentando que no se me vea el plumero. Ocultando mi fobia antipresidencial con habilidad suprema. Creo que ha llegado el momento de sincerarme con mis lectores. Sánchez me cae muy mal
Se levantó un día por la mañana, después de una noche de insomnio y pesadillas con Barrabés persiguiéndole por los pasillos de La Moncloa, y decidió «federalizar» a España. Porque el enamorado de sí mismo y posteriormente de su encantadora esposa, no federa, federaliza, y no culpa, culpabiliza, como todos los cursis del tinglado. Es correcto usar el verbo «federar», pero «federalizar» es un cursilismo inapropiado. No obstante, lo importante son las consecuencias, no las voces empleadas para fragmentar aún más a España.
Llevo años intentando que no se me vea el plumero. Ocultando mi fobia antipresidencial con habilidad suprema. Creo que ha llegado el momento de sincerarme con mis lectores. Sánchez me cae muy mal. Entiendo que esta confesión pueda causar sorpresa, y hasta espanto, entre los que me leen con cariño, por obligación, por tirria y por confusión. Al fin, me quito la careta, y lo reconozco. Sánchez me cae muy gordo, fatal, no entra en los límites de mi paciencia, y deseo que, a partir de ahora, a nadie le quepa la menor duda de mis impulsos y sentimientos. Es mi manera de sentir, que Sánchez diría «sentimentalizar».
Hoy, gracias a Sánchez el enamorado y a su encantadora y discreta esposa bilingüe, que se ha «sentimentalizado» tanto con La Moncloa que no quiere abandonarla por nada del mundo, 8.500 – ocho mil quinientos-, separatistas de izquierdas se disponen a decidir la financiación y el futuro de 49.000.000 – cuarenta y nueve millones-, de españoles. Feijóo, al que deseo una pronta recuperación de su problema visual, en un nuevo alarde de coraje diría que se trata de «un probable abuso» de poder.
Ocho mil quinientos españoles que odian a España decidirán en nombre de cuarenta y nueve millones de españoles, de los cuales treinta y cinco millones de ellos aman a su patria, su historia y su bandera, el futuro de su patria, de su historia, su bandera, sus impuestos, sus recursos y el fruto de sus trabajos, apoyando este primer paso de la «federalización» que se le ha ocurrido a este desalmado para seguir viviendo en La Moncloa, el palacio que tanto visita Barrabés, ese Barrabás.
Un gran torero –sí, perdón, torero–, peruano, Andrés Roca Rey, ha respondido a Cristina Luis, periodista de «El Mundo», a esta pregunta: –¿ Lleva la mitad de su vida en España, ¿se siente un poquito español?–. Y el joven maestro peruano le ha dado –y nos ha dado a todos–, su respuesta: –«Más que sentirme español, amo a España con mayúsculas. Es un país increíble, y hay veces que, como extranjero, no entiendo cómo la gente puede estar renegando por no sentirse español. No es que tenga una maravilla del mundo, es que España es una de las maravillas del mundo. Por eso me da mucha pena cuando rechazan la bandera y cuando algunos no se sienten españoles». El nuevo socialcomunismo de Sánchez es tan antiespañol como los separatismos melancólicos, decadentes y aldeanos.
Como esos 8.500 ignorantes engañados que van a decidir el futuro de 49.000.000 de españoles. Pura democracia.
Es decir, que nos van a fornicar y sodomizar –Sánchez diría «fornicalizar» y «sodomalizar»–, a cambio de su permanencia en el palacio donde intentaron arrebatar a un juez su teléfono móvil para jaquearlo, que así debe escribirse en el español de la calle. Algunos barones autonómicos socialistas se oponen, pero su oposición se reduce a las palabras, y jamás éstas intervienen en los hechos. El «federalizador» enamorado, el mudo ante la Justicia, el que sueña con Barrabés persiguiéndole por los pasillos del palacio de Eugenia de Montijo y en el que don Francisco de Goya –dicen–, «fornicalizó» con la duquesa Cayetana, no es otra cosa que un tirano que no conoce la vergüenza, capaz de arruinar a una nación por el simple hecho de no encargar una mudanza, que antes o después, se llevará a cabo.
Hoy, que todavía pago mis impuestos a España, me atrevo a reconocer que este tipo me cae como una patada en los entreperniles.
Una «patadalización huevalizada».
Qué peso me he quitado de encima.