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HorizonteRamón Pérez-Maura

Balada santanderina de agosto

A mí me gusta el verano húmedo que permite a esta tierra ser verde incluso en agosto. Si aquí un verano de poca lluvia hace que los prados amarilleen, los que somos de esta tierra nos ponemos nerviosos

Quienes tenemos este vicio de escribir lo hacemos con la misma regularidad en verano. No pedimos vacaciones para alejarnos de la columna. Y en la mañana de la víspera de la Virgen de Agosto, un gran día de fiesta religiosa y popular en toda España, me encuentro sentado en mi terraza en Santander, viendo diluviar, con la bahía prácticamente oculta tras las nubes, y sintiéndome disfrutar de mi tierra. Una bahía en la que regateé tanto en mi infancia hasta que dejé de vivir aquí y en la que la afición a la vela sigue siendo un signo de identidad de la ciudad como se acaba de demostrar con la medalla de oro de Diego Botín. Un signo que ilumina la bahía con cientos de barcos los días soleados y con los barcos de vela regateando con cualquier clima.

A mí me gusta el verano húmedo que permite a esta tierra ser verde incluso en agosto. Si aquí un verano de poca lluvia hace que los prados amarilleen, los que somos de esta tierra nos ponemos nerviosos. Yo siempre digo que en el norte hay días de sol maravillosos, pero no todo el verano. Cuando alguien te dice que tiene una semana de vacaciones y que quiere ir a la playa, yo siempre le digo que no venga al norte. Porque si solo tienes una semana, te puede hacer bueno o no. Pero si te vas a Chiclana de la Frontera una semana las posibilidades de tomar el sol la mayoría de los días son altísimas. En cambio, si vienes al norte un mes, tendrás días de playa con toda seguridad. Incluso, como este año días de un calor insoportable como el pasado domingo cuando la máxima de España, 43,1 grados, se dio en Tama, la primera localidad a la que se llega en Liébana tras pasar el desfiladero de la Hermida. En ese maravilloso valle se tenía ese día una idea muy clara de lo que es un horno crematorio.

Después de eso, disfrutar de un día de lluvia y fresco en la costa es un privilegio que a nadie molesta. Las calles se llenan, los restaurantes que a mediodía no suelen estar tan concurridos como por las noches de repente están repletos y los bares de tapeo desbordantes de gente que intenta ampararse dentro para no mojarse en las calles. Y en esta ciudad, el impulso museístico esta creciendo. Aparte del magnífico Museo de Bellas Artes de Santander, recién reformado y renombrado Museo de Arte Contemporáneo y Moderno de Santander y Cantabria (un nombre imposible) la ciudad tiene el museo de la Fundación Enaire, y fruto de la iniciativa privada el espectacular Centro Botín que en un radio de 300 metros va a tener también el museo de la colección de pintura del (banco) Santander y una sede del Reina Sofía para exhibir el Archivo Lafuente. Una colección documental especializada en la historia del arte del siglo XX. El Archivo fue creado por José María Lafuente en 2002 y posteriormente incorporado al Museo Nacional Reina Sofía. Todo ello fruto también de la excelente gestión de Gema Igual que lleva al frente de esta ciudad desde 2016.

Santander sigue siendo una ciudad que atrae a familias enteras. A diferencia de mis cuatro hermanos, todos nacidos en Santander, ninguno de mis tres hijos y doce sobrinos ha nacido en esta ciudad. Pero todos gustan venir a ella parte del verano. A mí me encanta ver a mi hija menor salir por la noche con la misma ilusión con que yo lo hacía a su edad. Y creo que es muy bueno que las siguientes generaciones puedan sentir que tienen unas raíces con las que se identifiquen. Tiene mucho valor que entiendan que poder identificarte con la tierra de tus mayores también es un privilegio.