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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Me gustan los cazurros Oasis, qué le voy a hacer

A diferencia de muchos de sus coetáneos, los Gallagher siempre defendieron la esperanza, la ambición de los de abajo, el deseo de ir a más

El beatle George Harrison, aunque iba de místico a lo hindú, gastaba también una afilada vena cáustica. Cuando a mediados de los noventa, en plena gloria de Oasis, le preguntaron por ellos, su respuesta fue demoledora: «No los soporto, en especial al hermano tonto».

Sin embargo, la veneración por los Beatles alimenta toda la obra de los ceñudos hermanos Gallagher. Y aunque admiramos a George Harrison, autor de la elegantísima Something, la favorita de Sinatra, vamos a discrepar y defender a los cazurros Oasis, que vuelven tras haber cerrado la tienda en 2009, porque nadie hace ascos a un porrón de millones de libras y a reverdecer viejos laureles con el riego de la nostalgia.

La infancia de los tres hermanos Gallagher fue espantosa. Eran hijos de Thomas, un obrero de la construcción, y de Peggy, una ama de casa de Misa y comunión semanal, ambos inmigrantes católicos irlandeses que acabaron buscándose la vida en los suburbios de Manchester. Tom, muy aficionado al morapio, pegaba e intimidaba a sus dos hijos mayores, hasta el extremo de provocarles tartamudez. Cuando el hermano listo, Noel (el que compone las canciones) tenía quince años, la madre pidió el divorcio y sacó adelante ella sola a sus tres vástagos, trabajando en la cafetería de un colegio de barrio.

Noel Gallagher, ex vándalo juvenil, ex obrero de la construcción y ex mozo al servicio del grupo Inspiral Carpets, es el autor de todas las joyas del grupo. Desestabilizado por los espantos que vivía en casa, deja la escuela en la adolescencia. A los 13 años lo pillan robando en un súper. Le caen seis meses de libertad vigilada y su madre le regala una guitarra para que entretenga sus días sin hacer nada. Chico solitario y reservado, aprende a tocar y durante años van inventando canciones en su cuarto. Cuando explota el Oasis, Noel ha acumulado 50 piezas, que va dispersando en sus tres primeros discos (luego la mina se secará, a lo que contribuirán las crecientes inhalaciones nasales, el alcohol a espuertas y la dispersión mental y el narcisismo de la fama).

¿Por qué triunfaron de semejante manera Oasis, que son ante todo un fenómeno inglés? Los dos primeros discos eran excelentes, llenos de fuerza y también con hallazgos melódicos, y más para los que albergamos cierta simpatía mod. Pero había algo más: en plena época de las amarguras existencialistas del grunge, o de grupos de laboratorio de niños pijos, las letras de Noel ofrecían una opción diferente. Apelaban a la esperanza. Él y su banda defendían que en la vida se puede ir a más, que no tienes por qué resignarte con las primeras cartas que te reparte el destino. En una Inglaterra siempre clasista, donde durante mucho tiempo solo se podía escalar a lo alto desde el suburbio convirtiéndote en astro del fútbol o estrella del pop, levantaron la cabeza y enarbolaron un optimismo defendido con orgullo arrogante.

Oasis, a pesar de todos los excesos y burradas que vendrían luego, a pesar del folletín de peleas e insultos a lo Caín y Abel de Liam y Noel, creyeron con fe absoluta en el sueño de que unos gañanes salidos del suburbio mancuniano de Burnage podían convertirse en «la mejor banda del mundo». Mientras divos amargados a lo Kurt Cobain se instalaban en la autoconmiseración permanente, los Gallagher se subían a la furgoneta del optimismo para comerse el mundo. Y lo lograron.

No me esmeraré –ni me arruinaré– para tratar de verlos en sus conciertos del retorno, pues ya tuve la oportunidad en su hora y aquello tampoco era la octava maravilla. Pero no puedo dejar de admirar su actitud en unos tiempos en los que los que tantos chavales abrazan el derrotismo y la subcultura de la queja y el victimismo. A veces hasta un zoquete del calibre de Liam Gallagher casi parece un filósofo, como cuando explica su receta para ser feliz: «La felicidad consiste en el pensamiento positivo, en no tomarte a ti mismo demasiado en serio y en tener fe en Dios, en confiar en el Hombre de Arriba». Yo firmo. Pinta en alto.