Autoescuela «La Prudencia»
El mejor alumno de don Eufrasio. Aprobó el Teórico sin un fallo, y el Práctico con holgada brillantez. El ingeniero que le examinó felicitó a los dos, a Bernardino y a don Eufrasio, con vehemente explosividad. ¡Eufrasio, tus alumnos son los mejores!
Se cumplen 50 años del fallecimiento en accidente de carretera de don Eufrasio Loren Grumete, propietario y profesor de la prestigiosa autoescuela «La Prudencia» de Almuradiel, provincia de Ciudad Real. Don Eufrasio era un hombre sencillo y amable que presumía de tener en su nombre de pila, sin repetición, las cinco vocales de nuestro alfabeto, honor que solo exhiben en su DNI los Eufrasio, Gaudencio y Aurelio. Por lo demás, era un tipo corriente que se ganaba la vida enseñando a conducir a los aspirantes a aprobar el examen con el fin de obtener el carné de conducir. La autoescuela era famosa en la comarca, último suspiro de Ciudad Real y primer golpe de Sierra Morena, ya en Jaén.
En una larga recta entre el Almuradiel y el Viso del Marqués, el coche que conducía don Eufrasio colisionó violentamente con un Jeep manejado por el joven Bernardino Flos de Argumosa.
El intríngulis de esta terrible historia, verídica y estremecedora, es que Bernardino Flos de Argumosa estrenaba su carné de conducir, y que su profesor no había sido otro que don Eufrasio. La vida tiene esos regates casuales y causales que finalizan en tragedias.
El mejor alumno de don Eufrasio. Aprobó el Teórico sin un fallo, y el Práctico con holgada brillantez. El ingeniero que le examinó felicitó a los dos, a Bernardino y a don Eufrasio, con vehemente explosividad. ¡Eufrasio, tus alumnos son los mejores!
Para celebrar el éxito, Bernardino Flos de Argumosa, de familia con sobrados posibles, invitó a comer a don Eufrasio al restaurante «La Aguzadera» de Valdepeñas, un gran establecimiento ubicado en el kilómetro 191 de la carretera de Madrid a Andalucía, a la altura de Valdepeñas. Según los testigos, comieron y bebieron con generosidad y cada uno se marchó a su casa al término del ágape.
Tres días más tarde, tuvo lugar la colisión frontal de los coches del profesor y el alumno.
Don Eufrasio, como maestro, tenía sólo un defecto, una manía. Se lo explicaba en las clases teóricas a sus alumnos, que se podían contar por centenares y a los que, jamás, les había fallado la recomendación del sabio profesor.
«Si circulan ustedes por una carretera ocupando la mitad de la calzada que corresponde a los coches que se aproximan de frente, no se preocupen. Manténganse en su incorrecta posición y aguarden a que el automóvil que se aproxima se detenga a su derecha y les ceda el paso. No cabe el error. Siempre lo hacen, pues en caso contrario, chocarían de frente el uno contra el otro».
Bernardino conducía a considerable velocidad por la gran recta, por la mitad de la calzada. Y se apercibió de un hecho curioso. El coche que se aproximaba a todo trapo en dirección contraria, también circulaba por el centro de la calzada. Ninguno de los conductores cedió. El impacto fue terrorífico. Los dos coches, un amasijo de hierros. Los dos conductores, hechos papilla. Fueron identificados. Eufrasio Loren Grumete y Bernardino Flos de Argumosa. El gran profesor no cedió y el aventajado alumno, tampoco.
Creo sinceramente, que de cuando en cuando, tanto los profesores como los alumnos tienen que demostrar algo más de flexibilidad.
Sirva esta narración como ejemplo a no seguir.