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El astrolabioBieito Rubido

Para cuando Sánchez le dé una entrevista a El Debate

Con el respaldo de 17 millones de lectores al mes y con nuestra probada independencia económica, esperaremos a que el valiente Pedro Sánchez acepte una entrevista para responder a algunas preguntas

Allysia Finley es una distinguida columnista del Wall Street Journal, acreditado y afamado diario norteamericano de información económica y análisis político. En su columna del domingo pasado cuestionaba a la candidata demócrata, Kamala Harris, por no dar entrevistas a los medios. Escribía Finley que si Carlos Alcaraz, después de caer en el U.S. Open, uno de los torneos más conocidos del mundo, podía atender todo tipo de preguntas, a pesar de la angustia y la pena de haber sido derrotado, por qué Kamala no podía hacer lo mismo y atender las cuestiones que le planteen los periodistas.

Al lector español esta actitud de la norteamericana le sonará. Aquí tenemos un presidente, mejor dicho, lo padecemos, que ha retrocedido años, diría decenios, en lo que es la calidad democrática de la relación entre políticos y periodistas. Lo cierto es que la izquierda ha decidido retroceder en esa materia en todo el mundo. Hoy la libertad en su amplio sentido ya es una bandera exclusiva de la derecha. Es una pena, ya que la libertad de expresión era un consenso que alcanzaba a todos los partidos que jugaban y ahora algunos, como Kamala o Sánchez, no quieren sentarse ante periodistas que puedan hacerles preguntas incómodas.

Para entender el retroceso que nos asola me voy a referir al presidente norteamericano Coolidge, que ocupó la Casa Blanca hace exactamente cien años. Coolidge, que era hombre serio y circunspecto, poco dado a la extroversión, dio nada menos que quinientas veinte ruedas de prensa durante su mandato. Se reunió con los periodistas en más ocasiones que ningún presidente. Sánchez solo otorga entrevistas a media docena de periodistas y en la Moncloa tan solo le dan turno de pregunta a cinco medios concretos. Los canales informativos del Estado —especialmente RNE, TVE y EFE— han abandonado la neutralidad y la pluralidad, a pesar de que se financian con los impuestos de todos los ciudadanos. La democracia en España está herida, y sangra especialmente por el estado de la comunicación. Algunos directivos de asociaciones profesionales parecen dispuestos a actuar de censores e inquisidores de sus compañeros. Probablemente, en el franquismo había más apoyo y solidaridad entre periodistas que ahora.

Cuando pase este tiempo, porque todo pasa y esta tormenta también será pasajera, muchos periodistas se avergonzarán. Mientras, aquí, en El Debate, con el respaldo de 17 millones de lectores al mes y con nuestra probada independencia económica, esperaremos a que el valiente Pedro Sánchez acepte una entrevista para responder a algunas preguntas.

Nota final: Para el lector curioso, que es la mayoría, existe el «efecto Coolidge», del que se puede informar buscando alguna documentación. Nada tiene que ver ni con los periodistas ni con el periodismo, pero es la más clara evidencia de que también en el sentido humor nuestra clase política ha retrocedido.