Es un secuestro
Edmundo está secuestrado en España. Lo está por dos razones: porque no se le permite aparecer en público ni hablar, y porque, si se le permite, sus palabras padecerán un vicio de la voluntad, responderán a la penosa situación del amenazado
Sigo desinteresado por la ideología de Edmundo. Es lo de menos cuando está en juego esta disyuntiva: o bien Estado democrático de derecho, o bien tiranía. Y Edmundo encarna lo primero. Por la misma razón, la del común enfrentamiento al tirano, nunca he prestado oídos a las especulaciones sobre los matices presentes en los diversos posicionamientos políticos de la oposición venezolana. Trátese de María Corina Machado, de Leopoldo López o del olvidado Juan Guaidó, que se adelantó a Edmundo en lo de ser y no ser a la vez presidente, como el gato de Schrödinger. En cuando abramos la caja, sabremos a qué atenernos; el estatus de Edmundo se aclarará al librarnos de la borrosa superposición cuántica. Pero cuando escribo estas indolentes líneas, Edmundo sigue en la caja, en la jaula, en la celda, no menos implacable por invisible, en la que lo han encerrado Zapatero, Sánchez y el pobre Albares. Para que no moleste a Maduro.
La operación tiene que haber sido diseñada por un conseguidor, alguien que se lleve muy bien con Maduro y con Sánchez, alguien a quien el pobre Albares tenga que responder «sí» siempre y en todo caso, alguien que posea de facto las atribuciones del cargo que el pobre Albares ostenta de iure. O detenta de iure, me perdonarán el aparente oxímoron. Alguien, en fin, a sueldo del Cartel de los Soles. ¿Quién será, será?
La operación tiene que haber sido obedecida por cierta canalla española con mando. Sin estricta necesidad de que se les pague; bastaría con que el narcogobierno venezolano siguiera callando lo que de ellos sabe. Ahí hay petróleo, en ambos sentidos. Eso es oro, en ambos sentidos. Son una mina, en ambos sentidos. Y así podríamos seguir con las polisemias. Pero dada la gravedad de lo que está sucediendo, vamos a intentar ser claros. Voy.
Edmundo está secuestrado en España. Lo está por dos razones: porque no se le permite aparecer en público ni hablar, y porque, si se le permite, sus palabras padecerán un vicio de la voluntad, responderán a la penosa situación del amenazado. La vida de su hija está en manos de Maduro, el carnicero, el señorito de Zapatero. Señoriiiiitooo…, debe ser el saludo del expresidente español cuando se encuentra con el narcogorila. Con voz, obviamente, de Gracita Morales. Me da vergüenza tener que indicarlo, pero la juventud que nos lee masivamente sabe tanto de aquella actriz como de las dinastías imperiales de Bizancio.
Un presidente electo secuestrado no parecía concebible en la Europa del siglo XXI. Pues ahí lo tienes. Sánchez, de puro ignorante e indecente, ha puesto a prueba las costuras del mundo democrático. Y esas costuras parecen las de una malla de nuevos materiales, pues nunca se rompen. Es decir, ya se han roto, por supuesto. Ya se han roto desde el momento en que España secuestra al ganador de unas elecciones para apuntalar al golpista que las ha perdido. Pero eso no produce efectos, he ahí el fin de Europa.