Qué cansado es ser de izquierdas
Cargan contra los ricos y los youtubers mientras el hermano del presidente tributa en Portugal lo que le pagamos entre todos los españoles
Andan los inquilinos del muro de Sánchez un poco revueltos porque el PNV ha votado a favor de reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Pero lo están no tanto por lo que han votado, que es como decir que la Tierra gira alrededor del Sol, como por el hecho de hacerlo a la vez que el PP y que Vox. A los muy cafeteros les cuesta entender que el PNV se haya salido un rato del bloque Frankenstein para tomar el aire, y que antepongan su respeto a la democracia a mantener las apariencias dentro del búnker de Sánchez, donde lo único que les une ya es la esperanza de arrancarle una nueva cesión valiéndose de su manifiesta debilidad y su apego al poder. Peligrosa combinación.
Convendrán conmigo en que ser de izquierdas resulta agotador, sobre todo en esta versión moderna que ha encadenado sus presuntos ideales a los vaivenes del sanchismo. Pocas cosas nos definen mejor que nuestras contradicciones. Y es con esas contradicciones con las que se construyen las ideologías y los partidos políticos. La izquierda cabalga sobre muchas de ellas y luego vende esa inconsistencia como cambios de opinión o, en su visión más osada, como «avances para la sociedad».
Porque la izquierda de hoy te defiende la vuelta de Puigdemont mientras pide prohibirle la entrada al Rey Juan Carlos, que nunca ha estado imputado por nada y su aportación a España supera por mucho a la del prófugo de Waterloo. Esa misma izquierda te defiende el cupo catalán mientras se finge a favor de la redistribución de la riqueza, cosas totalmente incompatibles. E incluso se dice ecologista mientras coge el avión para volar de Coruña a Santiago, que se tarda 45 minutos en coche. O algo más flagrante aún, por doméstico: carga contra los ricos y los youtubers mientras el hermano del presidente tributa en Portugal lo que le pagamos entre todos los españoles.
La izquierda nuestra, por seguir con las contradicciones, se lanzó a reconocer el Estado palestino antes que la UE, pero le niega la victoria a Edmundo González alegando que Bruselas aún no ha dicho nada. Es la misma izquierda que puso a José Luis Ábalos a hablarnos de feminismo mientras pagaba por hacerse acompañar. Y por no alargarme, la izquierda patria es muy valiente con los dictadores muertos, pero profundamente medrosa con los vivos, no vaya a ser que publiquen lo que había en las maletas de Delcy y alguno de sus ministros acabe en el juzgado.
Y este es el escenario en el que nos movemos desde hace años, donde toda contradicción es pequeña si con ello se impide la alternancia en el poder.