Venezuela, asunto de gobierno
Maduro es un «tirano banderas». Él, el supremo. Valle-Inclán y Roa Bastos. Y un tirano es una tragedia para su país, y para toda la humanidad
Intento ser prudente. No suelo escribir sobre política internacional. Prefiero leer a Florentino Portero y a Ramón Pérez-Maura, y no porque sean amigos. Gano yo y ganan los lectores. Si escribo hoy sobre la actitud del Gobierno español hacia el problema de Venezuela, es decir, sobre Sánchez y Maduro, lo hago desde una perspectiva interna y médica: la patología política nacional. No padecemos un mal gobierno, sino un Gobierno moralmente enfermo. Es la patología social como programa político.
Maduro es un «tirano banderas». Él, el supremo. Valle-Inclán y Roa Bastos. Y un tirano es una tragedia para su país, y para toda la humanidad. Ante una tiranía, una democracia se opone con todas sus fuerzas. Frente el tirano, solo hay dos opciones: defensa u oposición. El caso de Venezuela destapa como pocos las miserias del Gobierno español. Sánchez, contra el dictamen evangélico (acaso lo desconozca), pretende servir a dos señores: a la democracia y a la dictadura. Pero eso es imposible. Hacerlo es servir a la tiranía. El término medio entre el bien y el mal es el mal.
Se dice que la política exterior es asunto de estado. Entre nosotros, es de gobierno. Y ni siquiera eso, porque el nuestro está dividido. El pluralismo político es un valor constitucional, pero el Gobierno es un órgano colegiado que solo puede tener una voluntad. Un Consejo de Ministros no es una asamblea de estudiantes. No siento una devoción rendida y absoluta por ninguna de las dos, pero prefiero, como el buen sentido aconseja, a la primera. Margarita Robles y Yolanda Díaz no pueden estar en el mismo Gobierno. El caso venezolano lo ha vuelto a confirmar. Robles ha dicho, con toda razón, lo que el Ejecutivo no hace.
Mentiras e incoherencias. Si Edmundo González Urrutia es un héroe al que no vamos a abandonar, ¿por qué no condenan el régimen tiránico y le reconocen como vencedor en las elecciones? Si hay que esperar a que así lo decida la Unión Europea, ya lo va a hacer. Pero, entonces, si hay que aguardar la decisión común, ¿por qué no se hizo así en el caso del reconocimiento del Estado palestino? ¿Por qué en este caso fuimos por libre? Mentiras e incoherencias. Si hay centenares de miles de venezolanos en el exilio, la mayoría en España, ¿a qué esa infame equidistancia o, más bien, esa inclinación hacia el ridículo tirano? No sé si será convencimiento, interés, extravío o extorsión. ¿Es que Vox es fascismo y Maduro un caso dudoso y difícil? El Parlamento vale cuando me apoya, pero si no lo hace, gobernaré sin el Parlamento. Palabra de demócrata. El órgano donde está representada la soberanía popular ha instado al Gobierno a reconocer el triunfo electoral de Edmundo González Urrutia. No es una decisión vinculante, pero la representación política del pueblo español así lo ha decidido. ¿Por qué el Gobierno no hace caso? ¿Es que las decisiones del Parlamento se aceptan a beneficio de inventario? El ministro de Exteriores se niega a calificar cono dictador a Maduro invocando las obligaciones de su cargo. Bien. Entonces, un ministro de Exteriores no habría podido calificar a Hitler y Stalin de tiranos.
El Gobierno va a la deriva, si es que va. En su circo crecen las personas con estatura alternativa. Ya no hay enanos. Bueno, intelectuales, sí. Un entrenador de fútbol brasileño dijo que la táctica en el fútbol era como una manta pequeña: si te tapas la cabeza te destapas los pies. En política pasa algo parecido: no puedes incluir a la vez a Felipe González y a Yolanda Díaz. Occidente sufre varias amenazas a su forma de vida: el comunismo woke, la barbarie interior, China, Rusia, el Islam, … Y claro, Sánchez está al borde de la embolia cerebral. Porque aspira, a la vez, a ser Churchill (es una broma) y Maduro. Creo que, en el fondo, su modelo es Venezuela. Al fin y al cabo, la oposición es un fastidio y la división de poderes un estorbo. Así no hay quien gobierne. La solución es disolver las Cámaras, convocar elecciones y acabar de una vez con esta pesadilla.