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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Plan

Lo que pretende hacer Sánchez en España no se le pasó por la cabeza a Franco. Cuando a Franco le informaron que a doña Carmen se le decía en las tertulias «la Collares», alzó la cabeza, sonrió y sentenció: «Pues hay que reconocer que tiene gracia»

El Gobierno se prepara para aprobar el Plan de Acción por la Democracia. Excesiva preparación para un asunto tan leve. Me recuerda el cruce de telegramas entre un hijo y una madre: « He cateado en seis asignaturas. Prepara a Papá». Y la respuesta: «Papá preparado hijo mío. Prepárate tú».

El Plan de Acción por la Democracia se aprobará para preparar, advertir y sancionar a medios de comunicación y colaboradores que muevan « la máquina del fango, los bulos y las campañas de desinformación». Demasiado título para tan poca cosa. «Excesivo imperio para tan ridículo personajillo», comentó Metternich de Napoleón. Si a Metternich, Napoleón se le antojaba «un personajillo», mejor no aventurar lo que habría dicho de Sánchez.

Así que Sánchez reunió a su rebaño de borregos y les anunció la inmediata aprobación de su plan, tan rimbombante. Con lo sencillo que hubiera sido denominarlo «Plan para los que hurgan en los entresijos de mi mujer». Al menos, un plan con suspense, con expectación y segundas y terceras lecturas. Isabel II se lo susurró a Narváez: «Tengo que someterme a un plan de adelgazamiento porque no me cabe el culo en ninguno de mis vestidos. Y tú, Ramón, que te hecho duque, tienes que llevar a cabo un plan para detener a todos los poetas y escritores que me llaman culona». Entre ellos, Manuel del Palacio, Gustavo Adolfo Bécquer –con el seudónimo de Sem–, y demás glorias literarias de aquella España tan revuelta como inteligente. El entresijo no es otra cosa que lo oculto, lo escondido, los enredos no fáciles de entender, lo que precisa de escondite y cautela, sobre todo en los hechos cercanos a la codicia y el aprovechamiento del poder. Y con todos los respetos que toda mujer me merece –soy más antiguo que un teléfono de pared–, la esposa de Sánchez está sobrada de entresijos, sin otra intención semántica que la previamente mostrada.

Los borregos aplaudieron entusiasmados, porque les gusta que su pastor y ganadero se crezca, y lo que pretende hacer Sánchez en España no se le pasó por la cabeza a Franco. Cuando a Franco le informaron que a doña Carmen se le decía en las tertulias «la Collares», alzó la cabeza, sonrió y sentenció: «Pues hay que reconocer que tiene gracia». Pero a Sánchez lo de «Lady Fundraising», «Miss Complutense» «Reina de África» y demás bromas atribuidas a los quehaceres financieros de su esposa, no le divierten absolutamente nada. Y para ello, ha encargado a sus borregos más allegados, a los que mejor balan, que redacten ese Plan de Acción por la Democracia, que en resumen, es un plan para perseguir a los que se atrevan a poner en duda desde su libertad los muy dudosos rendimientos que ha conseguido su esposa a la sombra de su poder. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que me vaya peinando para ingresar más aseado en la comisaría preferida de Marlasca, que es la de Chueca, según me han informado peligrosos policías disidentes.

Ha madurado tanto Sánchez con sus sufrimientos que ha roto en Maduro. Llegó a recluirse cinco días en La Moncloa –sin reducir la parte proporcional de su nómina–, para adquirir las fuerzas necesarias que se necesitan para seguir gobernando. Y eso se nota. Y no tolera más disgustos ni más regaños de su esposa en los melancólicos atardeceres monclovinos, ya con los magnolios sin flores, los plátanos a punto de dorarse de agonías y las begonias –he escrito begonias, señores comisarios políticos–, a punto de desvanecerse. –Pedri mío, es que no me defiendes–.

De ahí el Plan. Y como dijo, tan sabiamente, Jürgen Klaus-Haussen, plan, plen, plin, plon y plun.