Vuelve el yolandismo
Doña Yolanda disfruta de una vivienda oficial de casi 500 metros cuadrados, de la que no paga ni un solo gasto. Gratis total. Como es copropietaria de una casa en La Coruña, igual ella misma quiere autoexpropiarse
Creíamos todos que nos habíamos librado de ella. Y no es así. Yolanda Díaz, esa anécdota a la que Pedro ha convertido en categoría, tiene su propia agenda para acabar con la economía española. Como si de una escuela filosófica se tratara, el yolandismo ya se ha sacudido la arena de la playa tan bien retratado este verano y ha fijado sus prioridades para el curso político que comienza. Lo primero que quiere la fracasada líder de Sumar es prohibir la compra de vivienda en zonas tensionadas si no es para uso habitual. Es decir, extender el pobrismo.
Si hay alguien que ha ahorrado o tiene posibilidades de invertir en el mercado inmobiliario, el Gobierno socialcomunista lo prohíbe. Doña Yolanda disfruta de una vivienda oficial de casi 500 metros cuadrados, de la que no paga ni un solo gasto. Gratis total. Como es copropietaria de una casa en La Coruña, igual ella misma quiere autoexpropiarse. No pasa un día sin que la vicepresidenta segunda demuestre su falta de respeto a la propiedad privada y su perseverancia en intervenir los precios que ya han reducido la oferta y han causado el efecto contrario del buscado: han subido los precios de alquiler y compra.
Sigamos. En este país multicolor nació una abeja bajo el sol que desea también derogar las exenciones fiscales que ayudan a los servicios sanitarios y educativos que prestan entidades privadas para un mejor servicio. No lo sabe porque lo que no está dentro de su credo no le importa, pero esa concesión es una exigencia de la UE. Pretende que los ciudadanos que pagan por llevar a sus hijos a un hospital privado o a un colegio concertado pasen a pagar un IVA del 21%, once puntos más de lo que ya apoquinan. Obvia la ministra de la laca que cuando un ciudadano en un trance de salud se pone en manos de un especialista de la red privada, está descongestionando los servicios públicos para que puedan usarlos aquellos que no tienen capacidad económica suficiente, aparte de pagar un plus que abona la buena praxis de esos servicios. Pero es demasiado para que una mente sectaria como la suya lo asimile.
Una vez que se cargue la sanidad y la educación privada, la vicepresidenta está empeñada en reducir la semana laboral a 37,5 horas. Y todo por la cara. Cuando Europa acaba de caerse del caballo reconociendo su declive económico por la falta de músculo industrial y la escasa competitividad de la economía de la UE, comparada con la china y americana, viene la lideresa de Sumar a proponernos que trabajemos menos por el mismo sueldo porque hay que defender la cultura del ocio: ella y sus visitas a la milla de oro son el camino. Hay que implantar la semana política y sindical: cobrar lo máximo trabajando lo mínimo. Yoli no quiere negociar, solo imponer una medida cosmética «megaprogre», de esas que comenta con sus amiguis mientras le hacen las uñas.
Tampoco quiere negociar con Garamendi –que ha pasado de ser el «superguay» presidente de los patrones a un facha redomado– la subida del despido improcedente, que suprimirá el tope de 24 mensualidades, con una indemnización mínima de seis meses. Que no digo yo que no deba reforzarse la seguridad del trabajador pero que detrás de esta medida esté Otegi y Pepe Álvarez ya da qué pensar que aquí no está el currante en el centro del debate. Sería la primera vez que un etarra condenado y un dirigente sindical ponen por delante los intereses de los trabajadores a sus agendas políticas. Otegi es conocido por lo mucho que defendió la vida laboral de los españoles.
Afortunadamente, para sacar adelante estas perlitas de Yolanda, tenemos la suerte de que ni ella ni su jefe Pedro tienen votos suficientes; ni PNV ni Junts están por la labor de imponer una agenda económica que lleve al desastre a los empresarios catalanes y vascos. Y la vicepresidenta sufre la presión de los sindicatos, sus amigos y cómplices, que le van a exigir que cumpla todo lo que les ha prometido. Es algo parecido a lo que le ocurre a Sánchez con los separatistas. Puedes mentir un rato a mucha gente o mucho a pocos, pero todo el tiempo a todos es casi imposible. Aunque Sánchez y Díaz no dejan de intentarlo.
Tengo que reconocer que empiezo a sentir lástima por esta inane vicepresidenta. No tiene partido, porque va de desastre en desastre electoral, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez la desprecian tanto que es conmovedor comprobar cómo la ningunean, los empresarios –a los que llegó a camelar– no la quieren ni en pintura, con el cupo fiscal no sabe si ir o venir teniendo en cuenta que formaciones como Compromís no lo quieren aprobar, y los medios de comunicación que la auparon y convirtieron en la Kamala Harris del Cantábrico han perdido todo interés en ella porque su programa político ya lo engulló el PSOE. Y pensar que fue la primera que se hizo una foto en Bruselas con Puigdemont y ahora ya le saca seis o siete cuerpos Santos Cerdán… Menos mal que tiene «un equipo de zetas», como le dijo a la directora de El País hace unos días, cuando le preguntó por Broncano. No sabemos si «los zetas» le preparan esos discursos que son un puro delirio. Aunque cuando los lleva al BOE ya alcanzan nivel de problema grave.
No me negarán que el yolandismo es una escuela que si prosperase en España nos situaría al nivel económico de Burundi y político de Venezuela. Ella progresa adecuadamente en el desastre. Y Pedro, mientras le interesen sus votos, le interesan sus ondas al agua.