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Enrique García-Máiquez

El engaño de la ética

No hay que perder una oportunidad de desenmascarar el absoluto descaro de que el presidente más mentiroso que hemos conocido se busque una mano derecha que ha sostenido con toda la facundia oxoniense la mentira como acción política

Me repito con insistencia de segundero el verso de Juan Marqués: «No tengo tiempo para tener prisa», pero, aun así, me entra la prisa. Cuando el perspicaz Jesús Beades tuvo a bien dedicarme un poema de su obra completa buscó el que hablaba del vértigo de la falta de tiempo. Muy atinado. Admiro profundamente a los que saben aprovechar su tiempo. Quizá no haya un caso de aprovechamiento fecundo como el de David Cerdá, filósofo, empresario, traductor, conferenciante y columnista.

A él ha sido a quien le ha dado tiempo para leerse la tesis doctoral de Diego Rubio, el nuevo director del gabinete del presidente Sánchez. Creo que era Arcadi Espada el que decía que el buen periodismo es carísimo. Se ve en casos como éste. Alguien que ocupa el puesto político de más importancia del país, porque es quien va a dirigir a quien dirige España, tiene una tesis doctoral en Oxford titulada La ética del engaño y en la que defiende la utilidad de la mentira y la falsedad en política, y lo propio de un periodismo de investigación sería poner a jornada completa a un periodista, a un filósofo y a un politólogo a leer con lupa esa tesis.

No hay que perder una oportunidad de desenmascarar el absoluto descaro de que el presidente más mentiroso que hemos conocido se busque una mano derecha que ha sostenido con toda la facundia oxoniense la mentira como acción política. En honor a la verdad –si me permiten estas antiguallas del honor y de la verdad– hay que decir que la carrera académica de Diego Rubio es brillantísima, llena de premios extraordinarios y especializaciones en las mejores universidades de Europa. Pero lo cortés, no quita lo valiente y su tesis es sobre lo que es. Como digo, David Cerdá, que es impagable, ya se ha leído y nos ha expuesto esa sistemática defensa del engaño.

Y ahora podemos venir al rebufo los columnistas a destacar tal o cual dimensión del dato. En mi caso, me asombra que Sánchez, a la vez que quiere censurar los medios de comunicación porque dice que propagan bulos, contrata a un tipo que ha construido toda una tesis para decir que propagar bulos es una forma tan ética de gobernar como cualquier otra, y más moderna. El retruécano es tan redondo (de círculo vicioso) que admira tanto descaro. En el espejo, La ética del engaño es el engaño de la ética.

¿Sugiero que una tesis de ciencias políticas defendiendo la ética del engaño inhabilita para ejercer el puesto de jefe de gabinete de un presidente? No del todo, aunque no creo que sea la mejor garantía de un ejercicio intachable. El problema real surge cuando se dirige el gabinete de este presidente que ha engañado a sus votantes y a los afiliados sin solución de continuidad. Entonces adquiere unas dimensiones de reconocimiento de culpa que echa para atrás.

Hay muchas explicaciones. Por un lado, al subconsciente o al consciente de Sánchez le divierte que se le reconozca como un virtuosista de la mentira hasta extremos doctorales. Y por el otro, se podría pensar que él ha llegado ya al máximo de sus posibilidades autodidácticas de mentiroso y que se ha buscado de profesor particular a uno de los pocos seres humanos que hay en el mundo que sabían más de mentiras políticas que él.

Aunque tampoco descartemos, por la parte de Diego Rubio, que alguien tan comprometido con su carrera académica se haya enrolado en el equipo de Sánchez para seguir investigando en el campo de su especialidad. ¿Escribirá una nueva versión de su tesis corregida y, sobre todo, aumentada con nuevos casos prácticos? Yo creo que aprender va a aprender. Está con el mejor (de lo suyo).