La furiosa comunista
A la colérica Yolanda Díaz ya no le funciona el disfraz de simpática, pero a la comunista Yolanda Díaz le sigue funcionando el disfraz de demócrata
Yolanda Díaz es una de esas políticas que cultiva una imagen pública de grandes sonrisas y besuqueos por doquier, que ya no consigue, sin embargo, ocultar su intolerancia a la crítica y su agrio carácter. Cualquiera que siga con cierta atención las sesiones parlamentarias de control al Gobierno o las interpelaciones a la ministra habrá comprobado que se parece mucho a Pedro Sánchez en cuanto a colérico temperamento. Ni la ironía de Bolaños, ni el desparpajo callejero de Montero, ni la habilidad de Robles, ni el autocontrol de Alegría. Díaz pierde la pose de la sonrisa y el besuqueo en el momento en que escucha la primera crítica. Cuanto mayor es esa crítica, más colérico es su gesto y con más furia golpea el micrófono al acabar sus respuestas. La pérdida de liderazgo tanto en su partido como en el Gobierno no ha hecho más que profundizar el enfurecido carácter de la ministra y vicepresidenta.
Pero esta es solo una parte del disfraz de Yolanda Díaz, un disfraz que le ha funcionado razonablemente bien hasta que ha comenzado a hundir las expectativas electorales de su partido. Más preocupante es su segundo disfraz, el de demócrata, y que no es solo el de ella, sino el del resto de comunistas que perviven en los países democráticos. La única vez que un periodista osó preguntarle por su militancia comunista, contestó que «el comunismo es igual a democracia e igualdad». Y todos tan contentos, que ya se sabe que las dictaduras comunistas, las de ayer y las de hoy, con sus cien millones de víctimas, son en realidad una utopía, una maravillosa idea que tiene el problemilla de que no ha salido del todo bien.
Y es que el segundo disfraz, el de la comunista vestida de demócrata, sigue funcionando. Por lo que Yolanda Díaz ni siquiera hace esfuerzos por trabajarlo. Como este miércoles pasado, cuando Miguel Tellado, el portavoz del PP en el Congreso, la interpeló sobre la calidad democrática del Gobierno, con 55 preguntas sobre el cumplimiento de reglas democráticas. La comunista ni se molestó en hablar de democracia. Despreció las críticas a la dictadura venezolana, y dedicó su intervención a la vivienda, con el habitual argumento comunista de que la libertad importa poco, lo que cuentan son las condiciones de vida, es decir, ese modelo cubano que tanto les gusta a los comunistas. Y cuando la furia volvió a apoderarse de ella en la réplica, sacó a pasear el feminismo, «yo soy una mujer libre», «no menosprecie usted a las mujeres». Porque ya se sabe que preguntarle por la democracia es atacarla por ser mujer.
Luego no es de extrañar que el feminismo tenga tantos problemas de imagen. Y, aún peor, que se esté produciendo una preocupante degradación de la idea de democracia. Si democracia es lo que dice una comunista defensora de la dictadura cubana o de la venezolana, ¿es que democracia no es igual a libertad y derechos fundamentales? Si democracia es lo que dicen Sumar, Podemos, Bildu o ERC, ¿de qué hablamos cuando hablamos de democracia? Ahí está seguramente el problema de esa crítica a la democracia que detectan las encuestas en las generaciones más jóvenes. ¿Cuestionan la democracia o más bien la definición de democracia de la furiosa comunista y sus camaradas?