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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Perros sin niños, la España desquiciada

El panorama es atroz. Y tendrá efectos demoledores. Somos un país de viejos, más volcado en cuidar perros y gatos que en atender a nuestros niños y a nuestros mayores

Ha querido la casualidad —o quizá no era casualidad— que hayamos conocido este fin de semana dos estadísticas que dibujan un fresco al natural de nuestro país, de la catástrofe demográfica que vivimos, que es consecuencia de la escasa altura de nuestros gobernantes, su falta de visión de Estado y de la ausencia de valores humanistas; o del desprecio a la vida, que viene a ser lo mismo. La cifra de abortos ha crecido un 4,8 por ciento y el grupo de edad donde más ha aumentado es en las niñas menores de 19 años. Es decir, hemos convertido la interrupción voluntaria del embarazo en una suerte de nueva política anticonceptiva. Abracadabrante. A la vez, ya sabemos que en España hay 1.809.768 niños menores de cuatro años frente a 10.474.251 mascotas. Es decir, tenemos seis animales de compañía por cada niño. A ver quién iguala esa mastodóntica memez.

El panorama es atroz. Y tendrá efectos demoledores. Somos un país de viejos, más volcado en cuidar perros y gatos que en atender a nuestros niños y a nuestros mayores. Paseas por los supermercados y hay áreas enteras de comida para mascotas, juguetes para que no se estresen y chuches para su disfrute. Comparen esas estanterías con la de pañales o comida infantil y recibirán una bofetada de realidad sobre a dónde va nuestra sociedad. No tengo nada contra los animales de compañía ni contra el amor que generan en muchas personas, en las que despiertan sentimientos de entrega más que respetables. Pero creo que España va de cráneo con estos datos, sobre todo teniendo en cuenta que tenemos una izquierda en el poder que babea con la subcultura de la muerte, que lejos de diseñar políticas activas de natalidad, fomenta el aborto y la eutanasia. Esa vocación por reducir la vida, unida a las tontolabas políticas animalistas que te mandan a la cárcel si ves que un gorrión pierde una pluma y no llamas a la policía para que haga un atestado, nos abocan a un futuro negro.

El híper progresismo es eso: la liquidación de la vida del no nacido que, aún en los supuestos más razonables, no deja de ser un fracaso absoluto de la mujer y de la sociedad entera. Lo peor es que se vende como si fuera «un derecho» y un avance social que debe ser protegido por el Estado. Para ello, Sánchez y los suyos permiten que las niñas de 16 años aborten sin permiso paterno o que la eutanasia cada vez requiera de menores garantías para el enfermo. Ni este Gobierno ni los anteriores han fomentado la natalidad, con políticas de conciliación, de respaldo a los padres que se embarcan en esa formidable aventura, ni política de vivienda —aquí estamos protegiendo a los okupas— que alivien las carencias económicas con las que tropiezan los más jóvenes. Están más preocupados por las pensiones de los jubilados —que votan— que por el horizonte laboral de las nuevas generaciones. Eso significa que estamos muertos.

Pero es más que pertinente una pregunta para Irene Montero y sus amigas las feministas: ¿hubiera tenido ella tres hijos si en vez de vivir en una megamansión, con un sueldo de eurodiputada, con una funcionaria cuidándole a los retoños y con un marido forrándose insultando a la derecha tuviera que hacinarse en un pisito en Vallecas, haciendo malabares para recoger a sus pequeños del cole y comprando pollo y hamburguesas procesadas en lugar de pescado y verdura, por las nubes con una subida del 9,6%? Pues ahí está todo resumido. A lo mejor muchas mujeres que toman esa triste decisión —que en la mayoría de los casos les genera consecuencias psicológicas de por vida— necesitarían que la Administración les permitiera reconsiderar esa aberración con un poco de ayuda social.

La oferta del Estado es la siguiente: no tengas hijos y si por error te quedas embarazada, aborta; si en algún momento eres un estorbo para la sociedad, pide al médico que te quite de en medio; pero mientras tanto, lleva a la peluquería al perro y dale pienso integral para que no coja kilos. Y luego hablamos de la España vaciada cuando queremos decir la España desquiciada. Por no decir una cosa peor.