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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Es imposible que RTVE no conociera el apaño de las oposiciones

En RTVE no podían no saber el apaño de las oposiciones desde hace semanas: que ahora no vengan haciéndose los ofendidos

RTVE suspendió en el último momento la oposición para incorporar nuevos redactores al ente público, esa máquina del fango que cuesta el doble que Atresmedia y Mediaset juntas y se dedica a presentar a Begoña Gómez como una mártir, a Pedro Sánchez como un líder mundial, a Israel como un genocida y a Hezbolá como una ONG, entre grititos de Pedro Almodóvar alabando la guapura del moderno Calígula que nos ha tocado en suerte.

Miles de chavales, con aspiraciones de convertirse en funcionarios de la información, un oxímoron similar al de ser ateo y monaguillo, parrillero y vegano o progresista y del PSOE, se quedaron con dos palmos de narices a cinco minutos de hacer el examen al trascender que más del 80% de las preguntas habían sido filtradas a unos elegidos.

No sabemos por quién ni a quién, aunque no es difícil intuir las líneas generales de esta variante del pucherazo: las tribus sindicales y políticas internas de la «televisión de todos y todas» como autoras de los hechos, y sus conmilitones como beneficiarios. Es una hipótesis nada más, pero si hay una mejor ardo en deseos de conocerla al detalle.

Ahora han salido los directivos de la Cosa Pública, con su presidenta socialista al frente, Concha Cascajosa, haciéndose los atribulados, con ese gesto en la cara de «No lo pudimos ver venir» y una petición de disculpas a los afectados que suena igual que las misivas románticas de Pedro Sánchez a Begoña Gómez, cuando se hizo el sorprendido al confesar una imputación que conocía ya desde un mes antes.

Un poco de respeto. Me aventuro a asegurar que anularon la oposición cuando alguien de muy arriba fue consciente de que era más escandaloso mantenerla que aplazarla, a sabiendas de que antes o después se sabrá que conocieron las irregularidades con mucha antelación y no hicieron nada: estaban dispuestos a mantener la convocatoria hasta que se percataron de que los daños hubieran sido aún peores.

El cuatro de septiembre yo mismo recibí un correo electrónico anónimo en el que alguien sin identificar, en nombre de personas que por los detalles ofrecidos pertenecen sin la menor duda a RTVE, denunciaba más anomalías incluso que las ahora confirmadas: si me lo enviaron a mí, es razonable pensar que esa denuncia corrió antes por los circuitos internos, de manera oficial u oficiosa, pero en todo caso suficiente como para que un responsable decente adoptara medidas preventivas.

Pensar que no lo sabían y que, en pleno domingo, alguien se enteró repentinamente y decidió evitar el bochorno, aun a costa de fastidiar a tanto chaval con ganas de encontrar el chollo de su vida, es tan ingenuo como creer que solo en este caso se mete la mano para favorecer al amigo, al compañero, al militante.

Simplemente, hemos podido ver por una vez cómo funciona el parque temático público, en todos sus niveles, en esa versión de cueva de Ali Babá que permite la perpetuación de sagas ideológicas y familiares incompatibles con la igualdad de oportunidades y dispuestas a mantener el estatus ideológico y la influencia política a la que se deben los autores materiales del enchufe.

Porque si a Begoña Gómez le regalaron una cátedra, ¿cómo no iban a hacer lo mismo con el compañero del metal dispuesto a decir, a cambio, que la pobre sufre una persecución fascista?