Ataque de cuernos
El ataque de cuernos en Moncloa es la señal de que en Génova han acertado tocando esa tecla. A los ciudadanos, a la gente, como le gusta decir a Pablo Iglesias, le preocupa su empleo, su vivienda, su familia, su vida
Es difícil saber si la indignación que exuda invariablemente Pilar Alegría cuando la inquieren sobre los asuntos de la oposición, tras las reuniones del consejo de ministros, la siente realmente o estamos ante una consumada actriz. Lo cierto es que no hay martes en que la portavoz, bien entrenada en la lectura, no se sirva cómodamente de la sede institucional y le atice tres o cuatro mandobles bien estudiados al Partido Popular. Son lo suficientemente breves y contundentes para garantizarse un hueco en los noticiarios. Los suelta de tres a cuatro veces, sin inmutarse, con la media sonrisa medida y en un gesto tan sumamente inexpresivo. Lee bien, aunque transmita poco o nada. En eso gana, de calle, María Jesús Montero.
El caso es que, como el gobierno no hace nada o casi nada, tiene que entretener al personal con algún exabrupto, que hay que lucir la sala de prensa de la Moncloa. Puigdemont le daría mucho juego, pero todavía no se ha atrevido a colgarle el cartel de ultraderechista porque aún lo necesita. Podría inhibirse en la valoración de las estrategias del resto de partidos, puesto que es la portavoz del gobierno de todos los españoles. Pero esa etapa de escrúpulos se saltó hace mucho, ya ni siquiera es noticia. Tampoco, por tanto, es veraz la valoración. Así que, descartada toda la patulea de formaciones que le acompañan en el Parlamento, le quedan el PP y, en la medida que le resulte rentable, Vox.
Esta semana, ha sido una de las más entretenidas. Digna de palomitas y refresco. Con el gobierno inane, la pregunta sobre el proyecto de ley de conciliación estaba cantada. Ingenua de mí, pensé que los redactores del argumentario buscarían argumentos alternativos para responder: que si Ayuso, o Aznar o Esperanza Aguirre, que si la negativa de las autonomías a cumplir la recurrida Ley de Vivienda. Nada más lejos de la realidad.
Hete ahí que la portavoz se planta frente a la prensa y comienza a soltar mandobles, con sonrisa y sarcasmo. Que si no son simultáneas las bajas de padres y madres, que si el PP lo rechazó en el pasado, que si bonifica a las empresas… Pero, ¿comparte los objetivos del proyecto de ley el gobierno? ¿Está dispuesto a negociarlos con Feijóo a pesar de que le ha adelantado por la derecha?
El ataque de cuernos en Moncloa es la señal de que en Génova han acertado tocando esa tecla. A los ciudadanos, a la gente, como le gusta decir a Pablo Iglesias, le preocupa su empleo, su vivienda, su familia, su vida. Y si Pedro Sánchez pretende conservar el poder, haría bien en ayudar a resolver los problemas del común de los mortales negociando con Génova o con el que se preste a trabajar en ello.
Sin embargo, no lo harán. Y la peregrina razón que respalda esa posición –quedó claro en la perorata de Pilar Alegría– es que la familia es un asunto que compete a la izquierda. Por supuesto, porque ellos son moralmente superiores. Por supuesto, conciliarán a su particular familia, cuanto más alejada de la tradicional, tanto mejor. Al resto, que les zurzan. ¡Qué inmenso error!