La penúltima indignidad de Sánchez
Desde ahora es probable que Sánchez deje de leer The Economist y lo coloque en el ámbito de medios y seudo medios adscritos a la 'fachosfera' y a la máquina del fango que para él son todos aquellos que no le bailan el agua
Supongo que en estas últimas horas habrán volado los móviles, los cubiertos, la porcelana y cualquier objeto a mano por las dependencias de la Moncloa. Conocido el carácter iracundo, colérico, rabioso, furioso y cuantos sinónimos más se añadan de Sánchez, no es aventurado imaginar que el traje a medida que le ha hecho el semanario británico The Economist, aireando las costuras de su falta de principios y escrúpulos en el ejercicio del poder y sus tic autocráticos, habrá supuesto un desgarro notable a su personalidad narcisista, arrogante, engreída, soberbia, altanera, chulesca y cuantos sinónimos más queramos añadir.
The Economist forma parte de esa prensa anglosajona con la que «el Gran Jefe o P…Amo» y su «pichona» se desayunan, supuestamente, todas las mañanas según un reportaje de la factoría publicitaria y propagandística monclovita sobre la cotidianidad de nuestros Kirchner hispanos.
Desde ahora es probable que Sánchez deje de leer The Economist y lo coloque en el ámbito de medios y seudo medios adscritos a la 'fachosfera' y a la máquina del fango que para él son todos aquellos que no le bailan el agua y que informan de manera crítica sobre su gestión al frente del Gobierno o cuentan las presuntas corruptelas de su familia .
The Economist le retrata con precisión y acierto: «Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española». El titular y posterior información del semanario es todo un diagnóstico del peligro que entraña para la democracia un político autócrata, despiadado y ayuno de escrúpulos que manifiesta su disposición a gobernar sin el Parlamento y que está decidido a encastillarse en la Moncloa a cambio de los votos y concesiones a minorías radicales separatistas, sin importarle el deterioro de las instituciones y de la propia democracia.
La foto que ilustra el reportaje de un Sánchez con el rostro crispado, tenso, de mandíbula apretada, desencajada quizás por bruxismo, que es la cara con la que suele reaccionar cuando le contrarían, afean su conducta política o critican su forma de ejercer el poder, es un editorial por sí misma. Además, la información de The Economist no ha podido ser más oportuna y objetivamente veraz al coincidir con el reciente pacto con Bildu, la penúltima indignidad perpetrada por Sánchez, a cambio de sus votos de sangre. Otro pacto que incurre en la aberración política y democrática que supone por su parte el permitir que la gobernabilidad de España dependa de un delincuente como Puigdemont y de un condenado por terrorismo y pertenencia a ETA como Otegui, ambos unidos por el mismo afán de debilitarla y destruirla. A cambio, por supuesto, de su permanencia en el Gobierno.
Sólo así puede explicarse la infamia de pactar con los herederos políticos de los asesinos etarras sobre aspectos de la seguridad del Estado, cediendo en su desprotección y en la de la Policía, al mermar su capacidad de defensa y autoridad ante delincuentes y manifestantes violentos a los que, supongo, desde ya tendrán que reprimir a besos a falta de pelotas de goma.
La cesión a Bildu pone además en cuestión el legítimo monopolio de la fuerza por parte del Estado. Pero nada de eso altera la conciencia de quien tiene como objetivo vital seguir en la Moncloa a cambio de los votos de un prófugo de la Justicia y de Otegui, el mismo que reveló ante los suyos la necesidad de apoyar y proteger a Sánchez sin dejarlo caer hasta conseguir, como están haciendo, que los terroristas encarcelados por sus crímenes vayan saliendo en libertad sin necesidad de colaborar con la Justicia, pedir perdón a las víctimas y expresar arrepentimiento.
Los asesinos del fiscal Luis Portero, del concejal del PP José María Martin Carpena, del coronel Muñoz Cariñanos y del dirigente socialista vasco Fernando Buesa acaban de obtener la libertad sin oposición de la Fiscalía y con la autorización de la consejera socialista vasca, San José, encargada de gestionar las prisiones y de permitir las excarcelaciones encubiertas de presos condenados por graves delitos de terrorismo, a pesar de incumplir las condiciones para obtener privilegios carcelarios.
Es sabido ya que los votos de Bildu pesan más para Sánchez que el sentimiento de Justicia y dignidad hacia unas víctimas cuyo dolor nunca prescribe mientras, injustamente, sí lo hacen las penas de sus asesinos. Se ha cumplido con creces el vaticinio de la viuda del jefe de la Policía Local de Andoain y militante socialista, Joseba Pagazaurtundua, asesinado por ETA. El cuentista mentiroso compulsivo de la Moncloa que afirmó que «nunca, nunca , cuántas veces tengo que repetirlo», pactaría con Bildu, definitivamente ha helado el corazón y la sangre de las víctimas con sus acuerdos execrables con Bildu.