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Unas líneasEduardo de Rivas

Frente Antiatlético

Si Simeone dice que el responsable de que le tiren mecheros a Courtois es el portero por provocar y no el imbécil que lo lanza, es como si le echa la culpa a una mujer violada por llevar la falda demasiado corta

Hay un problema serio en el fútbol español, cuya raíz no está en el deporte sino en la sociedad actual. Cualquiera que acude a un estadio se considera poseedor de una serie de derechos que no son tales, amparado en el anonimato que le genera estar rodeado de miles de personas. Vinicius no tiene razón. España no es un país racista, pero lo que sí tiene nuestro país es una cantidad abrumadora de imbéciles por metro cuadrado. Y lo vivido el domingo pasado en el Metropolitano no hace más que demostrarlo.

Hace unos días, un juez condenó a un hombre a 12 meses de prisión –que no cumplirá– por llamar negro al jugador del Madrid. No conozco a esa persona y no haré afirmaciones en su nombre, pero lo probable es que sea más imbécil que racista y que sea uno de los muchos imbéciles que llenan las gradas de los estadios de fútbol. Si se hubiera cruzado por la calle con Vinicius, a buen seguro que no le habría llamado negro, sino que hasta le habría pedido hacerse una foto con él. Pero dentro de un recinto deportivo, el que paga una entrada considera que puede insultar, vejar y apedrear si hiciera falta a los 11 que visten diferente a los de su equipo.

Por suerte, este tipo de actitudes son menguantes. Antes era mucho peor y ni nos llamaba la atención. Acudo cada domingo al fútbol desde hace 27 años y he visto una evolución del habitual «árbitro, cab***» a un simple «fuera, fuera» y a una considerable reducción de los insultos. También ha dejado de premiarse la puntería y ya no cierran un campo porque un espectador le atice con un paraguas al juez de línea, sino simplemente porque lancen mecheros al portero sin llegar a impactarle. Vamos mejorando, pero queda camino por recorrer.

Falta mucho cuando, mientras algunos equipos han ido eliminando la presencia de ultras en sus estadios, hay otros que todavía los defienden, los ensalzan y justifican sus actos. Si Simeone dice que el responsable de que le tiren mecheros a Courtois es el portero por provocar y no el imbécil que lo lanza, es como si le echa la culpa a una mujer violada por llevar la falda demasiado corta. Si los jugadores se acercan a festejar las victorias con los ultras, lo que hacen es avalar su actuación. Si los aficionados le restan importancia a lo que hacen porque «son los que animan», promueven sus actitudes. Y si el Atlético de Madrid no aprovecha el ridículo mundial que ha hecho para impedir el paso de ese tipo de personas amparándose en «problemas legales» para llevarlo a cabo, lo único que hace es cerrar los ojos y mirar hacia otro lado. El Frente Atlético lleva dos muertos a sus espaldas y no hace falta un tercero para demostrar que del Atlético tienen bien poco y que nunca han hecho méritos para entrar en un recinto deportivo.