Sánchez y Canarias, blanco y en botella
Canarias le importa un comino. Polarizar y polarizar. Esa es su consigna
En España hay muchos que echamos de menos una repuesta de Bruselas al daño institucional que Pedro Sánchez está haciendo, burlando nuestra Constitución al arbitrio de lo que le piden una serie de facinerosos que quieren destruir el país. Ahora The Economist se ha caído del guindo y le tilda de «estratega astuto y despiadado», que gobierna «a placer de los radicales vascos y catalanes», además de otras lindezas. Pero somos millones los españoles sorprendidos por la complicidad manifiesta de la reelegida presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a la sazón –aunque no lo parezca– miembro destacado de la CDU alemana y del Partido Popular Europeo. Más allá del respeto protocolario entre dirigentes comunitarios, es injustificable ese compadreo que mantiene la jefa de la UE con un dirigente que vulnera día sí y día también los valores que conforman la carta europea: la igualdad de los ciudadanos, la solidaridad, la separación de poderes, la libertad de prensa, el respeto institucional y el imperio de la ley. Esa inhibición de Ursula con dear Peter contrasta con la dureza con que ha tratado a la Hungría de Orbán. Revelador.
La presidenta europea no solo ha hecho la vista gorda con su amigo Sánchez, sino que se ha tragado todos los falsos mantras del progresismo que él dice representar, que en teoría no forman parte del corpus ideológico de la alemana, pero que ha hecho suyos. La Europa verde, de la que es principal valedora, le dio un mordisco hace unos meses, cuando un lobo se cargó a un pony de su propiedad. Desde entonces, pretende cambiar las leyes ecoprogresistas que protegen a estos animales. Aquí opera lo de ver las orejas al lobo. O predicar y dar trigo.
Ahora, por una vez y sin que sirva de precedente, Ursula ha intentado ayudar a España. No a Sánchez. Hace unas semanas, la mandataria de la UE envió una carta, en respuesta a la petición de la eurodiputada del PP Dolors Montserrat, de la que el Gobierno español no ha dicho ni media palabra. Ha tenido que ser el vicepresidente griego, Margaritis Schinas, el que se lo ha contado a diputados españoles, ante el silencio oficial del Sumo Líder. El caso es que desde Bruselas se ha ofrecido colaboración para resolver la situación de los inmigrantes menores no acompañados. Pero Moncloa, fiel a su máxima de que por encima de todo hay que enfrentar a los españoles, a las comunidades autónomas entre sí, al PP con Vox y al sursuncorda con el resto del mundo, nunca ha pedido que la UE nos eche esa mano que tiende. Sabe Sánchez, porque se lo ha dicho Ursula, que hay países europeos que serían corresponsables con ese reparto, que estarían dispuestos a activar la reubicación de los «menas», pero nunca les ha sido requerido porque Pedro prefiere los réditos que le da toda esta polémica en términos de crispación en la sociedad y de división en la derecha. Canarias le importa un comino. Polarizar y polarizar. Esa es su consigna, como aseguró hace unos días el líder popular canario y vicepresidente autonómico, Manuel Domínguez, en El Cascabel de Antonio Jiménez.
Tampoco ha solicitado Su Sanchidad la colaboración de Frontex, un despliegue que, según su director, jamás ha sido requerido. Hace un mes, el responsable de esa agencia de guardia de fronteras y costas ha dicho que tiene las manos atadas en Canarias. ¿No será que Sánchez no quiere arreglar el problema? Como diría Bolaños, blanco y en botella… Desde Moncloa se está torpedeando al Gobierno canario para que se coma el marrón y eso quiebre la coalición entre PP y Coalición Canaria, como ya hizo con la alianza de Génova con Vox en cuatro comunidades autónomas por este mismo asunto. A los monclovitas les escoció y mucho la foto de Feijóo con Clavijo. Justo lo contrario de lo que perseguían.
Está bien que el PP enseñe los dientes al PSOE y haya suspendido esa reunión que, a mayor gloria del sanchismo, iba a mantener Miguel Tellado con el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, para en teoría pactar la reforma de la ley de extranjería. Por cierto, Torres es un canario inquietante, con una mochila muy turbia de contratos covid, cuya instrucción se está haciendo demasiado larga; un canario que ha vendido la tierra de la que fue presidente por un plato de lentejas en el Consejo de Ministros más lamentable de la historia de España.