Balance de la batalla: Orbán se refuerza mientras Europa sigue hundiéndose
Según Von der Leyen, el mayor problema de Europa no es la inmigración ilegal, ni la crisis demográfica, o la falta de competitividad, sino el propio Orbán
En Bruselas no se tolera que un líder europeo, en vez de ejecutar la voluntad de la globalista Von der Leyen, defienda los intereses de su país y los de Europa. De ahí la absurda lluvia de ataques al primer ministro húngaro en la Eurocámara, en vez de tratar los desafíos del continente. Balance del debate: Orbán se refuerza mientras Europa sigue hundiéndose.
Pocas veces vale la pena seguir los debates del Parlamento Europeo, pero el que versó sobre el programa de la presidencia rotatoria húngara ha sido sin duda una excepción. Créanme, estará de acuerdo todo el que lo vea: la UE es un proyecto que vale la pena, pero los progres-globalistas que lo lideran —PPE incluido— están acabando con él. Este debate lo demuestra: los soberanistas tienen un plan para rescatar Europa, mientras los globalistas la destruyen.
Forma parte del curso político europeo que el jefe del ejecutivo del Estado que ostenta la presidencia de la UE —el que fija la agenda de las instituciones— presente su programa ante el Parlamento para debate. Esta vez, el debate levantó mucho interés mediático. El protagonista ha sido el archienemigo de la progresía internacional, el demonio de los globalistas europeos y la bestia negra de la red internacional de la Open Society de Soros: el primer ministro con más antigüedad de la Unión, de Hungría, quien desempeña por segunda vez este papel.
Orbán empezó el debate presentando el programa para este semestre y localizando los problemas más importantes de la Unión: las políticas equivocadas contra la inmigración ilegal, que no solo no funcionan, sino que generan antisemitismo, violencia contra las mujeres y homofobia; la crisis demográfica; la defensa; y, sobre todo, la pérdida de competitividad frente a EE. UU. y China.
Solo en este primer momento el Parlamento trató los problemas de la Unión. Luego empezó un absurdo debate sobre el propio Orbán. Los eurodiputados globalistas, como robots, carentes de pensamiento propio, empezaron a entonar las mismas acusaciones que la prensa internacional corriente les nutre. Por ejemplo, respecto a la democracia. Todo ello en la Eurocámara, donde privaron al tercer grupo más grande, los Patriotas, de los puestos que le corresponden. Esto jamás ha ocurrido en el parlamento húngaro, con dos tercios de mayoría de Orbán. Hubo varios episodios dignos de destacar, pero eso sí, la dignidad brilló por su ausencia en la Eurocámara.
No perdamos tiempo con la líder española de los socialistas, que ni se molestó en corroborar los datos que pronunció. Más interesante la izquierda radical. Encontrar un político decente entre ellos es sorpresa, y esta vez tampoco defraudaron. La encargada de criticar la «dictadura iliberal» de Orbán fue una tal Ilaria Salis, italiana, cuyo mayor logro es estar procesada por lo penal en Hungría por cometer una brutal agresión. Con sus camaradas «antifa» viajaron a Budapest a «cazar neonazis» en una protesta. Después de patrullar horas en la capital húngara, y sin avistar protesta tal, decidieron atacar a gente al azar. En plena luz del día agredieron sin piedad con palos a personas que consideraron ser neonazis por el hecho, por ejemplo, de ser calvo y llevar camiseta negra. Alguna víctima casi pierde la vida. Bueno, en las dictaduras comunistas mataron gente por mucho menos.
Esta valiente señora ahora se esconde tras su inmunidad para no concluir el juicio, y ni dejó preguntar por el asunto. Fue más valiente el verde alemán Daniel Freund, obsesionado por Orbán, llegando a twittear incluso 7 veces al día sobre él. Tras su intervención le recordaron cómo la política verde de su partido, con un apoyo popular de solo un dígito, arruinó a Alemania en perjuicio de toda Europa. También le recordaron sus vínculos con Soros.
No faltó la señora Von der Leyen tampoco, que a lo largo de su mandato solo ha podido acumular gestiones fallidas de crisis variopintas, y algún SMS a farmacéuticos sobre alguna compra millonaria de vacunas. Según la presidenta, el mayor problema de Europa no es la inmigración ilegal, ni la crisis demográfica, o la falta de competitividad, sino el propio Orbán.
El primer ministro, en su respuesta, tuvo que recordar a la presidenta que se equivoca de papel. Los tratados europeos le imponen neutralidad a la hora de representar a todos los europeos. El más patético fue Manfred Weber, el «líder» de los populares europeos, arquetipo del político europeo sin personalidad propia.
Para Orbán, Weber es fácil adversario. Desactivó todas las críticas del alemán, recordando a toda la Eurocámara que, si Weber hoy no puede sentarse en el sillón de Von der Leyen, es porque Orbán se lo impidió. Y el rencor es mal consejero. Weber también apoyó abiertamente al nuevo líder de la oposición húngara, su camarada. Un hombre que en secreto grabó, y luego publicó, las conversaciones con su propia mujer, la madre de sus hijos, un hombre que estaría bajo juicio por robo si no fuera eurodiputado. Vaya nivel moral tiene hoy en día el PPE.
Balance del debate: Orbán sale reforzado, en clave nacional, de donde emana su mandato. Siempre genera simpatía cuando Weber y otros globalistas le critican. Pero ha sido un debate decepcionante para todos aquellos preocupados por Europa. Ya que los líderes europeos globalistas ni se molestaron, ni dejaron tratar los temas que afectan a todos los europeos: inmigración ilegal, crisis demográfica, defensa, pérdida de competitividad, etc. Pareció que solo los soberanistas quieren rescatar al continente frente a las políticas equivocadas y la inacción, ambas actitudes antieuropeas de los globalistas.
Viendo la élite política progre-globalista que rige las instituciones europeas, uno recuerda la película Erik, el Vikingo (1989). Al terminar, con la Isla de Atlantis hundiéndose, un puñado de personas y sus líderes niegan su inminente desaparición, acusando con noticias falsas a todo el que pretenda salvarla. Pues los Von der Leyen, los Weber y compañía hacen lo mismo. Verlo en pantalla fue cómico, pero verlo en el mundo real es trágico.
* Vajk Farkas es director de la Oficina de Madrid del Centro de Derechos Fundamentales