La jefa
Las carencias intelectuales de Pedro Sánchez y Begoña Gómez desembocaron sendos casos palmarios de conductas corruptas, al menos moralmente. Él, nunca tuvo nivel ni aptitud para doctorarse y copió una tesis
Pedro Sánchez, nervioso, muy nervioso, le espetaba a Feijóo hace unos días en el Congreso que los barones populares no apoyan la financiación autonómica porque no les deja «la jefa». «La jefa», claro, es en el diccionario sanchista Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid por mayoría absoluta. Lo mejor vino cuando el líder de la oposición le recordó que hay «otra jefa» en Moncloa que es la que le manda a él, (y a todos los ministros, la Fiscalía y la Abogacía del Estado) y a la que acaban de echar del trabajo. O sea, Begoña Gómez. Parece un chascarrillo de Feijóo, cuyo partido no está para hacer chanzas, pero no lo es.
Las carencias intelectuales de Pedro Sánchez y Begoña Gómez desembocaron en dos casos palmarios de conductas corruptas, al menos moralmente. Él, nunca tuvo nivel ni aptitud para doctorarse y copió una tesis. Ella, jamás obtuvo una licenciatura universitaria y decidió hacerse con ella a base de pertrecharse tras aquello tan antiguo de «usted no sabe con quién está hablando». Hace poco tuve oportunidad de rememorar delante de un café los tiempos en los que, allá por 2014, Pedro desembarcó en la calle Ferraz para sustituir a Rubalcaba. Un testigo de aquellos meses me contaba la actitud prepotente y despiadada (curiosamente el mismo calificativo usado recientemente por The Economist) con que trataba a los cuadros medios socialistas, que habían formado parte del equipo saliente del exministro de Interior hoy ya fallecido. Ese patrón de comportamiento, que ahora ha calcado en su relación con los trabajadores del Palacio de la Moncloa, solo cambiaba cuando una persona le llamaba al teléfono. Era Begoña Gómez. Testigos de aquellas conversaciones describen a Sánchez como un solícito marido que atendía con mimo las indicaciones de su esposa. Es decir, era lo más parecido al yin y el yang.
Cuentan los mismos interlocutores que la cónyuge del entonces secretario general ya actuaba de acicate para que su marido llegara lejos. Ella le animó a presentarse a las primarias, ella le empujó a batallar contra el aparato del partido cuando no quiso abstenerse en la investidura de Rajoy, ella le rearmó para plantar cara a la Federal y ganarle la partida reconquistando Ferraz y fue la misma que estuvo presente en las reuniones que desembocaron en la moción de censura de junio de 2018. Conseguido el objetivo, la esposísima se conjuró para cobrarse su anónimo trabajo en favor del Líder. No solo él iba a disfrutar de las mieles del poder en primera persona. Lo de ser su esposa, e ir a rebufo, era poca recompensa para quien se había sacrificado sin beneficios personales. Es entonces cuando decide sacarse un pasaporte directo al reconocimiento profesional, a la reafirmación de alguien con un perfil cultural mediocre. Es entonces cuando «la jefa» reclama «lo suyo».
Aquella que solo aprobó por méritos propios un máster de tercera se diseñó en pocos años una carrera profesional fulgurante. Cátedra en la Complutense, máster financiado por tres empresas punteras con solo chascar los dedos conyugales, software gratis para luego registrar el dominio a su nombre, alumnos enviados directamente desde empresas públicas para justificar el dispendio de una cátedra inane… Si un corredor de seguros amigo de Gómez se tenía que poner en contacto con el consejero delegado de Reale para patrocinar el máster ficticio diciéndole aquello de «si no te importa, ¿podrías recibirla, que tiene un proyecto de transformación social?», pues se la recibía. Lo que Salamanca no le dio, Moncloa se lo otorgó. Y cuando «un juez facha» decide husmear, la abnegada esposa que lo dio todo para que el Sumo Líder llegara donde nunca mereció estar, monta en cólera, exige que se le resarza de los ataques que recibe sin que el partido de su marido la defienda con la suficiente contundencia, y le obliga a hincar la rodilla y proclamar al mundo su amor doliente por quien es la estrella que le guía. Cinco días de ridículo bíblico y vuelta a empezar.
Para evitar ese «calvario», que la Audiencia Provincial respalda, todo vale: querellas por prevaricación contra el juez, Fiscalía y Abogacía del Estado como despachos defensores de la agraviada, el Gobierno en pleno insultando a la justicia, una Universidad como la Complutense con una crisis reputacional brutal…. Todo ha de ponerse al servicio del complejo de inferioridad intelectual de Begoña Gómez, que necesita reivindicarse colocando títulos falaces en su perfil de internet. Es decir, un caso estudiado en los manuales clínicos. Cuando arrecia el lío Ábalos, que también la implica y a su amigo Javier Hidalgo, este fin de semana ha estado escondida: ni ha viajado a Roma con su marido ni acudió al desfile del Día de la Hispanidad. Sintomático. Bajo el palio del tráfico de influencias, corrupción en los negocios, embustes, egolatría y soberbia va Begoña derecha al juicio procesal. Gaudeamus igitur.