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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Quién levantó el Barrio de las Flores?

Un gran ejemplo de promoción de vivienda social (en un artículo susceptible de ser multado por las leyes de memoria antidemocráticas)

El mundo no empezó a girar ayer por la mañana. Y las medidas sociales no han sido un monopolio de la izquierda, como piensan la mayoría de los chavales españoles de hoy (concediéndoles a muchos de ellos de manera graciosa el verbo pensar).

El primer sistema de pensiones del planeta lo instauró en Alemania un tal Bismarck, que me temo que no era exactamente de Podemos. A comienzos del siglo XX, un joven y fogoso ministro del Gobierno liberal británico impulsó la jornada laboral de ocho horas en las minas y el primer modelo de subsidio de paro. Aquel avanzado reformista se llamaba Winston Churchill, con el tiempo un premier conservador de leyenda.

España pegó un gran estirón en los años sesenta. En el caso de mi ciudad, La Coruña, tuvo una contribución estelar la apertura de una refinería de petróleo. Mucha gente de las aldeas se vino a vivir a la capital costera en busca de trabajo, con el consiguiente problema: faltaba oferta para la creciente demanda de vivienda, y más cuando los que llegaban lo hacían con el bolsillo apretado.

Ahora está sucediendo en toda España un fenómeno similar. Estamos recibiendo miles de inmigrantes cada mes. Cuando se asientan tienen que vivir en alguna parte, y lo hacen de alquiler. Ergo la demanda se dispara, pero el parque de viviendas no crece de manera acorde. Si a ello se unen medidas antiliberales y contra la propiedad privada, que detraen pisos del mercado, ya tenemos la tormenta perfecta. Por eso, la manifestación de este domingo de la izquierda populista a favor de la vivienda fue en realidad una protesta contra sí misma, pues las majaderías intervencionistas de socialistas y comunistas han agudizado el problema.

Pero volvamos a La Coruña de los años sesenta. ¿Qué se hizo para dar un techo al aluvión de recién llegados? Pues levantar viviendas sociales a toda leche. En las afueras de la ciudad había una zona célebre por sus viveros de flores. En aquellas parcelas se decidió levantar un nuevo barrio. El diseño corrió a cargo de jóvenes arquitectos enamorados de las ideas modernas, capitaneados por Corrales y Albalat. Con gran osadía, propusieron construir un Barrio de las Flores inspirado por las ideas de Le Corbusier y el constructivismo ruso. Entre 1964 y 1967 se completó la promoción, con 4.000 pisos. Aquellos avanzados edificios son ensalzados una y otra vez en los manuales de arquitectura, siguen operativos y han dado un hogar asequible a varias generaciones de coruñeses.

Arriesgándome a recibir una multa por las leyes de memoria antidemocrática, creo que es justo añadir que la urbanización la promovió la Obra Sindical del Hogar y la inauguró un tal Franco. Extrañamente, en La Coruña hay otro grupo de viviendas sociales conocido como «las casas de Franco», y al menos tres polígonos más de idéntico origen.

Haciendo un pequeño test, pregunto a compañeros del periódico de otras regiones si en sus ciudades ocurre algo parecido. Todos dicen que sí. El de Santander me habla del barrio de los Pescadores. El de Segovia me cuenta que el primer barrio en el que vivió de niño tenía en sus fachadas alguna placa con el yugo y las flechas, porque eran viviendas del Ministerio de Trabajo. El de Zaragoza cita el ejemplo del grupo de casas de sindicatos de la zona de Vía Hispanidad. La de Sevilla me habla, entre muchos otros, del barrio de Los Pajaritos…

Todo esto tiene un motivo. Entre 1961 y 1975, el Gobierno de España construyó cuatro millones de viviendas sociales. ¿Cuántas levantaron los populistas de Podemos, Compromís, las Mareas… cuando ostentaron el poder local? Casi cero, pues a duras penas eran capaces de cerrar un presupuesto. ¿Cuántas viviendas se han hecho reales de las 180.000 que prometió Sánchez a bombo y platillo hace año y medio? El 5 %. ¿Qué hizo en ese campo el Gobierno «progresista para todas, todos y todes» durante sus primeros cinco años de mandato? Nada. O sea, que la historia no se escribe en blanco y negro.

El problema de la vivienda solo se endereza liberalizando suelo a saco, aligerando trabas, con potentes constructoras y educando a la población en la idea, hoy imposible, de que para comprar un piso vas a tener que llevar una vida de ahorro. Si quieres comprarte una vivienda a lo mejor tienes que renunciar a esa escapadita Ryanair dos veces al año, a salir «de fiesta» con los coleguis, a las excursiones del finde… Pero ese sacrificio hoy ya no mola. ¿Alguien se cree que a nuestros padres y abuelos les tocaron sus pisos en la tómbola?