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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La antisemita

Pero ha pasado de defender al oso polar, a la morsa común, y a la atmósfera libre de queroseno –exceptuando al queroseno de sus viajes en avión–, a desear y animar a Hamás, Hizbulá, Irán, y Palestina, a borrar del mapa el Estado de Israel

La niña ya no es una niña. Sigue siendo un negocio para sus padres, pero de niña tiene muy poco. Gretita Thunberg ha perdido influencia. La humanidad es tan idiota que una farsante se convirtió en el icono del retroecologismo y la limpieza del mundo mundial, cuando no dijo otra cosa que simplezas y viajó por todos los continentes contaminando el aire y cobrando por sus intervenciones, cantidades astronómicas. Unos cuantos imbéciles propusieron su nombre para el Nobel de La Paz, el Nobel noruego, cuyo jurado –espero que no siga enfadándose conmigo el embajador de Noruega en España–, parece estar compuesto por un grupo de simpáticos borrachuzos que conceden el premio después de una juerga en Oslo.

Fue recibida por Obama, y ese detalle estremece, porque un presidente de los Estados Unidos, líder de la civilización occidental, no puede perder su tiempo en chorradas. Por fortuna, su figura se fue evaporando, en España aún se le montó más de un homenaje, y durante una larga temporada, mientras dejaba de ser niña y se convertía en una mujer con más años que Manolita Chen, dejó de dar el coñazo. No obstante, y para los más sensibles de sus seguidores, su negocio se mantuvo en los países nórdicos, muy dados a esas sensiblerías. La chica, además de ser protagonista en la reunión de Davos, rodeada de líderes mundiales, recibió en 2019 el premio que concede Amnistía Internacional «por sus esfuerzos en sensibilizar al mundo de la crisis climática». Pero ha pasado de defender al oso polar, a la morsa común, y a la atmósfera libre de queroseno –exceptuando al queroseno de sus viajes en avión–, a desear y animar a Hamás, Hizbulá, Irán, y Palestina, a borrar del mapa el Estado de Israel. Como Irene Montero, que todavía no ha lamentado el asesinato, los secuestros y las torturas que han sufrido a manos de Hamás centenares de mujeres y niños de Israel, la tunanta ha evolucionado de mema a instigadora de la destrucción de una nación libre, la frontera de Occidente y del siglo XXI con el siglo XI, lo cual, en mi humilde opinión, es una mala evolución. Claro, que en algo tiene que demostrar que es la tenedora de un premio disfrazado de pacifismo y ecologismo de Amnistía Internacional, la gentil organización que se opuso a calificar a la ETA como terrorista.

Creo que es una buena noticia para Israel y el mundo libre –mundo al que ella pertenece–, que Greta Thunberg proclame su odio a Israel. Esta manipuladora de imbéciles, va de capa caída y para colmo, es gafe. Si yo fuera un terrorista de Hamás, Hizbulá, o un ayathola iraní, me sentiría seriamente preocupado. Han superado el apoyo de Irene Montero, Juana Belarra, La Aizpúrua y demás enemigas de Israel, pero no creo que logren deshacerse del mal fario de la suequita. A la niña ésta le pasa que creció muy poco. Y que, con 16 añitos parecía tener ocho. Entonces, todo era monísimo para la retroprogresía. Pero ahora, en sus rasgos estropeados por el odio, se adivina una mujer resentida que ya no puede disfrazar sus basuras en el dulce aspecto de la niñez. Y ha reconocido que luchará para que Israel desaparezca. Cómo luchará, no lo ha especificado, porque no me encaja su perfil con el de las decenas de miles de mujeres de Israel que se enfrentan día tras día con sus enemigos con las armas de un soldado, que lucha hasta el final por su nación, su bandera… y la libertad de las naciones civilizadas.

Esta necia, abandonará su odio cuando advierta que no hay negocio detrás de su ira, detrás de su rabia, detrás de sus caprichos.

Hoy me siento más optimista. Si Greta Thunberg ha prometido combatir a Israel, Israel, y todos los que debemos nuestra libertad a Israel, estamos salvados.

Fea.