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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Si estás buena, no desfiles en paños menores

Olé por los cuerpos no normativos, ¿pero qué hacemos con los guapos, heteros sobre todo si son de derechas?

La libertad está muy bien, siempre y cuando la ejerzas para lo que yo te diga. La regla fundacional de esa ola reaccionaria que recorre el mundo, disfrazada en vano de progresismo, encuentra dos ámbitos para desplegarse especialmente delicados, pues toda réplica conlleva indefectiblemente el riesgo de cancelación: el feminismo y la condición sexual.

En el primer caso la historia reciente está plagada de sorprendentes ejemplos de movimientos que, en nombre de la mujer, la censuran, adoptando un nuevo tipo de paternalismo consistente, como el anterior con distinta máscara, en salvarla de ella misma: las azafatas canceladas de la Fórmula 1 o las motos GP iniciaron ya hace años ese camino en el que, para evitar su supuesta cosificación, se eliminaron sus puestos de trabajo, pese a los alaridos de las afectadas exigiendo respeto a un empleo que les gustaba, les era rentable y desarrollaban voluntariamente.

Pero había que rescatarlas del heteropatriarcado por la sorprendente táctica de considerar que si una mujer guapa luce minifalda o desfila en ropa interior para Victoria’s Secret está perpetuando la hegemonía machista pero si hace lo mismo, con sobrepeso, acondroplasia o género fluido aporta un impagable avance a la humanidad.

Y con la orientación sexual ocurre lo mismo. Para un liberal el único mandamiento legítimo es el de no opinar ni condicionar ni desde luego censurar nada que haga feliz a alguien y no obligue ni dañe a un tercero, que si en esa máxima se cuela algún problema sutil de salud mental, inmadurez, desprotección o cualquier otro ya se activarán los profesionales de cada ramo y los poderes públicos para actuar de manera preventiva o curativa.

No parece que, a la inversa, ocurra lo mismo: las minorías ya no se conforman con adherirse al sano lema de «vive y deja vivir» y, al menos en sus élites directivas, se aplican con denuedo el objetivo de zaherir, señalar o incluso criminalizar a las mayorías, en una parte por sectarismo ideológico y en otra, no menor, por negocio económico y político.

La escritora Alana S. Portero, a quien no he tenido el gusto de leer pese a la erudita recomendación de Dua Lipa de devorar La mala costumbre, crítica literaria y analista política de prestigio reconocido, dijo en fecha reciente lo siguiente al respecto de ciertas ideas políticas que, por alguna extraña razón a sus ojos, florecen en la juventud:

«Ser de derechas es el nuevo punk. Me gustaría decir a estos chavales que esto no es verdad. Se están poniendo solos el bozal, las correas y van a tener las vidas más dirigidas del mundo entero. No van a ser libres. Si lo que buscan es la libertad (…) se están poniendo solos el bozal. La libertad está en otra parte. Os lo juro».

Su libertad, en concreto, le permite emitir en público este tipo de opiniones, adherirse a leyes que convierten al hombre en mujer sin más requisito que inscribirse como tal en el registro civil o superar, de manera ostentosa, las líneas rojas que convierten la obesidad en un problema de salud formidable.

Un perfil minoritario que, sin embargo, se permite estigmatizar a una mayoría que ejerce su libertad con argumentos probablemente más defendibles que los esgrimidos por la artista para ser quien y es y decir lo que dice.

Nada que objetar, mientras no nos obliguen al resto a pesar tres veces por encima de lo deseable y a pensar tres veces por debajo de lo razonable. Y ése es al final el problema: siempre han existido opiniones llegadas de otro mundo, que para sus autores son vanguardistas y visionarias y para los vulgares mortales un delirio necesitado de atenciones terapéuticas. Y no pasaba nada hasta que se convirtieron en ley y, aún más, en fatwa inquisitorial.

Siempre ha habido tontos, con aspectos muy versátiles y en nombre de las causas más inverosímiles, minoritarias o incluso prescindibles: el drama de nuestra época es que, ahora, está subespecie de terraplanistas gobierna, legisla y emite sus rezos por megafonía como los imanes de una mezquita, en una oración vinculante bajo advertencia de pecado.

¿Qué es eso de desfilar en bragas estando buena cuando, os lo juro, podéis hacerlo con un exceso de kilos y asomando unos centímetros de feminidad alternativa por debajo del burka?