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El astrolabioBieito Rubido

Lamborghini en lugar de AVE

El deterioro sanchista lo impregna todo y hasta termina con algo que funcionaba bien hasta hace poco: los trenes de alta velocidad

España era hasta hace muy poco una potencia en trenes de alta velocidad. Después de China, el país con más kilómetros de vía de ferrocarril de esa naturaleza. En ese empeño puso un enorme interés Felipe González, que impulsó el primer AVE Madrid-Sevilla y Aznar le dio el mayor de los empujones, en lo que también continuaron Zapatero y Rajoy. Llegó Sánchez y, como el comandante aquel, mandó parar. Llevamos una temporada desastrosa con el servicio de alta velocidad, y eso que dijo Óscar Puente, el mayor insultador por minuto que ha tenido gobierno alguno, que vivíamos el mejor momento del tren en España. La situación en las estaciones de Atocha y Chamartín no puede ser peor y los trenes se paran en los lugares más increíbles, Talavera incluida, mientras los vagones de Cercanías convierten los destinos en horizontes lejanos. Puente, el insultador y censor de columnistas, se ha convertido en aquel hombre de novela negra que tomaba un Cercanías cada día para llegar muy lejos, tan lejos que ya no se sabía nada de él.

Un buen amigo que tenía que viajar ayer a Valencia, ante la imposibilidad de hacerlo en lo que hasta hace poco era un ejercicio normal, ordinario y rutinario, me comentó que estaba llamando a la Moncloa para ver si le podían colocar un Lamborghini, al comprobar, como lo estaba haciendo, que la promesa de Sánchez de mejorar el transporte público no solo no era cierta, sino que se había vuelto una verdadera pesadilla. Le expliqué que yo de él no tendría muchas esperanzas en alcanzar semejante objetivo, ya que, al fin y al cabo, Sánchez tenía derecho a cambiar de opinión también en esto del transporte público.

El deterioro de España es algo patente en los últimos meses. El Gobierno sanchista no da respuesta a los problemas verdaderos de los ciudadanos. Su propaganda miente, como marca de la casa, pero no logra cambiar la realidad, que es muy terca. Desde el sábado, y ayer muy especialmente, miles de ciudadanos se vieron atrapados en trenes parados y en estaciones repletas de viajeros frustrados. Hasta TVE se fue a negro por un largo espacio de tiempo cuando quiso informar del desbarajuste ferroviario. Esto es a lo que muchos llamamos tragedia: a algo fatal que, inexorablemente, ocurre a pesar de la voluntad de los afectados.

Ni la economía va bien ni somos ejemplo de nada para el mundo. El deterioro sanchista lo impregna todo y hasta termina con algo que funcionaba bien hasta hace poco: el AVE. Tal vez todo lo arregle con un bono de 200 euros para que compremos cada español un Lamborghini.