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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Benditos millonarios

Que los millonarios dediquen sus millones hacia la búsqueda de la verdad no es nada nuevo, antes se llamaron mecenas, toda la gran obra clásica, y artística fue en gran medida forjada por ellos. Eso todavía no lo hemos agradecido lo suficiente

He tenido más miradas hacia los pobres y la pobreza durante mi existencia que pocas veces me he detenido a observar a los millonarios. Tampoco es que los millonarios se paseen por mi vida como para que yo les elija y los bendiga. Hoy toca bendecirlos. Los bendigo porque he leído en las páginas de este periódico que un grupo de millonarios ha decidido crear una universidad para «combatir la ideología woke y buscar la verdad». Ya era hora, que un grupo de algo, de cualquier cosa, se dedique a buscar la verdad. Pues, miren, qué cosas tiene la vida, mientras que a la mayoría les encanta que se los coman a mentiras, este equipo de gente pudiente ha dicho «basta y ha echado andar» –frase del Che Guevara, el carnicero de La Cabaña, cuya familia era pudiente y él se hizo pasar por pobre, digo, progre–, y se han puesto enteramente para la verdad. Porque la única verdad que existe es la de la educación y el conocimiento.

Que los millonarios dediquen sus millones hacia la búsqueda de la verdad no es nada nuevo, antes se llamaron mecenas, toda la gran obra clásica, y artística fue en gran medida forjada por ellos. Eso todavía no lo hemos agradecido lo suficiente, aunque debiéramos.

No ignorarán que a estas sociedades 'pobrecistas' lo único que les interesa es promulgar y extender la pobreza, confiscar, arrebatar el trabajo de los demás, para enriquecerse ellos y hundir a la humanidad en la brutalidad, la inopia, la indigencia mental que como aprovechados arrastran como único patrimonio. Si no me creen observen a Yolandeja, ministra de no sé qué, y a tantos en este gobierno de energúmenos y retrasados.

Hoy bendigo a los millonarios, que ya tienen bastante con ser millonarios y que les endilguen todo el mal del mundo. A los millonarios les importará un comino que yo les bendiga, pero es mi decisión, mi deseo, me da igual lo que se pongan a chismear, ¿cuándo me ha importado, además, lo que dicen de lo que hago? Bendigo cada día al dueño de Zara, y a todos aquellos millonarios que ponen sus millones a favor de la ciencia, la medicina, de la belleza, de la sabiduría, y de la constancia.

Mi madre, que era muy pobre, pero muy sabia, no paraba de aconsejarme que me buscara un millonario y me casara con él, como si los millonarios se dieran satos al igual que los tubérculos en aquella tierra cubana que fértil otrora fue… Como si una pudiera dar una patada y que surgiera un millonario cual malanga o boniato, primorosos.

No tengo ya edad para millonarios ni para nadie, pero siempre la he tenido para casarme con la sabiduría. Anhelé cada día ser tan sabia como mi madre, que poseía esa ciencia del campo isleño que lo mismo puede inventar una flor de un ventilador ruso, y tantas cosas raras por el estilo. Amo lo raro, la rareza es muy propia de mi vida. Pueden sustituir la palabra rareza por milagro.

El artículo de María Curiel ha sido revelador para mí, estos millonarios debieran ser doblemente bendecidos, invoco sus nombres para que el milagro se produzca lo más rápidamente posible: Harlan Crow, Jeff Yass, Peter Thiel, y John Arnold, y con ellos también esa universidad de Austin, en la que se han inscrito hasta el momento de leer el artículo 92 disidentes. Seguramente serán en breve el doble, muchos más.

Mil veces bendecidos sí, sólo sea porque han salido en defensa de Israel y contra la infamia que corrió de universidad en universidad dando lugar al oportunismo más rastrero, mostrando el verdadero rostro de las tinieblas. Si de algo sirvió la masacre del 7 de octubre –perdonen que le busque alguna utilidad a semejante progromo genocida– es que arrancó las caretas a numerosos representantes del mal, descubrió sus verdaderas intenciones: destruir Occidente e inculcar el odio.

También es cierto que existen millonarios con complejos de serlo, que no sólo se visten de churrupieros para que no les confundan con millonarios ad usual, lo que es peor, adoptan la jerga «pobrecista» para que nadie piense que forman parte de los millonarios inconscientes, capitalistas, sino para fintear un poco, flirtear más bien bastante, y auto fingirse de manera absurda que son sociatas antiimperialistas, lo que provoca en mí una hilaridad y ternura que no pueden ni imaginar. A ellos también les bendigo, aunque algo de los millones que producen les caerá a estos políticos rapiñeros que a la larga los ven a todos como idiotas cuyos impuestos irán más tarde o más temprano a las arcas de sus depredadores más feroces. ¿Ingenuidad? No, el gran Álvarez Guedes lo definiría como comemierdería.