Bienvenido al club, Errejón
Era un tipo que siempre sonreía e incluso intentaba cruzar unas palabras contigo fuera del plató. Admito que yo no tenía mucho interés, pero le reconozco el mérito de aparentar pretender dialogar. Aunque solo hubiera sido para disimular
Sin desearle mal a nadie, no les ocultó que la escena de la dimisión y supuesto abandono de la política de Íñigo Errejón me ha resultado entretenida, digamos que un ejemplo de justicia poética. Yo he tratado muy poco a Errejón. Solo en aquella etapa oscura de mi vida en la que fui un tonto útil en el Al Rojo Vivo de La Sexta me cruzaba con él con alguna frecuencia. Era ese programa en el que el equilibrio entre los seis contertulios se traducía habitualmente en cuatro de un bando contra dos del otro. Les dejo adivinar cuál era cuál. A diferencia de Juan Carlos Monedero o de Tania Sánchez, dirigente de Podemos que fue un rato novia de Pablo Iglesias, que cuando discutías o les contradecías te miraban con un odio espectral, Errejón era un tipo que siempre sonreía e incluso intentaba cruzar unas palabras contigo fuera del plató. Admito que yo no tenía mucho interés, pero le reconozco el mérito de aparentar pretender dialogar. Aunque solo hubiera sido para disimular.
Las guerras fratricidas de la izquierda son innumerables desde la Primera Internacional fundada en 1864 en Londres, donde había anarquistas, socialistas y sindicalistas, entre otros. Pretendían organizar políticamente al proletariado y proponer líneas de acción. Allí estaban Marx, Engels y Bakunin. Lo mejor de cada casa. La lucha entre socialistas y anarquistas encabezados por Marx y Bakunin llevó a la ruptura de la Primera Internacional.
Desde entonces hasta nuestros días siguen apuñalándose, lo que comprenderán que no me hace derramar lágrimas. Todo el siglo XX ha sido un enfrentamiento entre facciones de la izquierda a cada cual más radical. Empezaron con las luchas de Bolcheviques y Mencheviques en la Revolución de Octubre, siguieron en la Guerra Civil española y han dado infinitas muestras de fratricidio en medio mundo hasta nuestros días.
La izquierda española ha estado siempre dividida en dos partidos surgidos en torno al PSOE y al PCE. El derrumbamiento del PCE generó Izquierda Unida, después Podemos y ahora Sumar, nacido en los despachos del poder. Ahí se ha movido Íñigo Errejón con enorme habilidad, garantizando su supervivencia política desde que Podemos nació en la Puerta del Sol de Madrid.
Yo no tengo ni idea de en qué prácticas sexuales puede haber incurrido Errejón, ni me interesa lo más mínimo saberlas. Pero sí me parece relevante decir que al margen de cualquier acto que se le pudiera incriminar —y parece que él no niega nada con firmeza— Errejón es una víctima de las redes sociales que su entorno ha empleado tantas veces contra terceros. Bienvenido al club. Algunos sabemos lo que es sufrir infamias. No necesariamente de Errejón y Sumar, pero sí de agitadores que no les son extraños. Como yo no tengo nada que ocultar, no he tenido que dimitir de nada ni marcharme a mi casa. Con ayuda del «acompañamiento psicológico» que dice tener, Errejón haría bien en repasar cómo ha llegado hasta aquí.