Rol de cursis
El matrimonio Sánchez es cursi en aparente armonía. Y también hortera, que nada tiene que ver con la cursilería. Así como no es posible ser valiente y cobarde, o alto y bajo, o limpio y sucio simultáneamente, ser cursi y hortera al mismo tiempo es habitual
Cela reunió en un libro muy divertido todos los tipos de cornudos que requerían una descripción especial. Su Rol de Cornudos no tuvo un gran éxito de ventas, y don Camilo lo justificaba con su habitual displicencia. «Es lógico. Todos los hombres que lo leen se ven retratados en dos o tres acepciones». Los comensales éramos cuatro, con nuestras respectivas mujeres. Jaime Campmany se hallaba en plena creación de la Enciclopedia de los Tontos, magna obra que no pudo finalizar. Antonio Mingote estaba en otro proyecto, culminado con extraordinaria brillantez. Su Quijote Ilustrado, con más de setecientos dibujos formidables. Y el más insignificante de los cuatro, había recibido recientemente un opúsculo insuperable. La Filocalia, de don Francisco Silvela, el más ingenioso político de la Restauración, que me regaló el marqués de Silvela, nieto del autor. 'La Filocalia o el Arte de Distinguir a los cursis de los que no lo son, seguido de un proyecto de bases para la formación de una hermandad o club con que se remedie dicha plaga' (Madrid, imprenta de Tomás Fortanet, calle Libertad 29, 1868). La voz 'cursi' —existen otras teorías equivocadas—, nace en Cádiz. Allí se instaló en 1846 un modista francés apellidado Sicur, que vestía a las mujeres con posibles de Cádiz, Jerez, El Puerto, y alguna de Sevilla. Sicur tenía dos hijas, que estaban buenísimas, y salían de paseo por Puerta Tierra en los atardeceres de la Tacita de Plata —una cursilería lo de la Tacita—, muy emperifolladas y con toda suerte de complementos de muy extraviado gusto, collares, broches y pulseras, y acusados escotes que mostraban una generosa superficie de sus respectivos tetámenes. Los marineros de La Carraca, a su paso, le cantaban algo así como «Ahí van las hijas de Sicur, Sicur, Sicur» y del encandenado de la última sílaba con la primera, nació la palabra 'cursi', que ni la Real Academia Española ha conseguido definir en todos sus significados. Se limita a las obviedades. «Cursi. Dicho de una persona que presume de fina y elegante sin serlo. Dicho de una cosa que, con apariencia de elegancia y riqueza, es ridícula y de mal gusto. Se dice del artista o del escritor, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados». En esas me hallaba para emular a mis maestros.
Cursis los hay de muchos tipos y subespecies. Don Francisco Silvela es generoso: «Todo aquel que reconoce ser cursi, deja inmediatamente de serlo y puede ser admitido en el Club». Para Silvela, no eran perdonables los álbumes de firmas, las cajas de música, los pétalos secos entre las páginas de los libros, la fila de elefantes de marfil sujetando con la trompa la cola del elefante anterior, bailar el trenecito a los sones de la polka 'El Ferrocarril', conservar en un sobre un mechón de cabello de la primera novia, y en hogar de militares, la fotografía iluminada con fondo de batalla del abuelo general o el padre coronel. Pero se trata de un mundo imposible de abarcar.
Hay cursis de familia, cursis de academia, cursis políticos, cursis de imposible recuperación social, cursis rosicleres, cursis de crepúsculos anaranjados, cursis de meñiques estirados al tomar café o té, cursis de playa y montaña, y, aproximadamente, unas 964 subespecies más. El matrimonio Sánchez es cursi en aparente armonía. Y también hortera, que nada tiene que ver con la cursilería. Así como no es posible ser valiente y cobarde, o alto y bajo, o limpio y sucio simultáneamente, ser cursi y hortera al mismo tiempo es habitual. Y no señalo. Una condesa de reciente nobleza, llevaba sobre su pecho izquierdo una fotografía enmarcada en oro y lapislázuli de su hijo fallecido. Cada vez que aspiraba, el hijo difunto le llegaba al cuello, y cuando expulsaba el aire, el niño se desmoronaba. No tan niño, que había cumplido los 32 años cuando le atacó la difteria.
Para mí, que la cursilería —por poner un ejemplo comprensible, incluso, para los cursis—, de la ministra Pilar Alegría es consustancial con su genética. Bécquer y Rubén, formidables poetas, son cursis, como Larra. Suicidarse por amor es una cursilería amén de una falta de educación. Responder al saludo «¿Qué tal estás?» con un «pues ya ves, de lunes», no es cursi, es hortera, como un Rolex de oro y brillantes. Son meros ejemplos. Los pantalones pitillo son cursis y horteras simultáneamente. El llanto por tristeza es evitable, pero el jipido o zollipo es una cursilería muy de folclórica. Sémper es cursi, y Ábalos hortera. El catalanismo, además de un sentimiento, es una cursilería, como el 'aurresku' de bienvenida. Como comprar en Austria un traje de tirolés.. En fin, que no he hecho nada más que empezar.
El que escribe, cuando apenas tenía 16 años y fue abandonado por su primera novia, adquirió unas gafas de sol que no se quitaba ni para dormir con el fin de ocultar sus lágrimas. Un cursi redomado.
Seguiremos.