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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Uy, Topuria, ¡vaya lío!

Imaginamos que el «progresismo» de guardia saldrá presto a anunciar acciones judiciales por el beso no consentido del luchador al Rey Juan Carlos

Luis Rubiales, que ostentaba la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol con el apoyo firme del PSOE de Sánchez, gastaba una querencia macarrilla en sus modales y probablemente era además un caco, pues existen indicios firmes de que manejaba los dineros federativos de aquella manera.

El 20 de agosto del año pasado, España ganó el Mundial de Fútbol femenino en Sídney, con un 1-0 contra Inglaterra. Pero la gesta quedó pronto opacada por el ya celebérrimo 'pico de Rubi', como lo bautizó coloquialmente el ingenio popular. La Fiscalía le pide dos años y medio de trena por un supuesto delito de «agresión sexual» y «coacciones» contra la futbolista madrileña Jenni Hermoso, una veterana de las canchas que por entonces tenía 33 años.

Rubiales no fue aquella noche un ejemplo de elegancia. Más bien hizo el gañán a gusto. Cuando las insufribles de la queja perenne marcaron el gol de su victoria, Don Luis se llevó la mano a salva sea la parte en señal de testosterónico regocijo, teniendo a la Reina Letizia a su vera. Luego, en la entrega de medallas, sujetó la cabeza de Jenni Hermoso y en medio de la euforia le plantó un fugaz beso en los labios mientras ambos se abrazaban. La jugadora también sujetaba los costados del presidente, con quien venía manteniendo una relación muy cordial desde hacía tiempo, y se la vio encantada durante la escena, con una sonrisa de oreja a oreja. La supuesta agresión sexual presentó una gran novedad jamás vista antes: fue televisada en directo para todo el planeta, lo cual quiere decir que el presunto delincuente no tomó excesivas cautelas para evitar ser pillado in fraganti en plena comisión del delito.

Jenni tardó cuatro días en darse cuenta de que lo sucedido estaba muy mal y en salir a denunciarlo. Los hechos sucedieron un domingo, pero no los condenó hasta el miércoles. Cuando llegaron por fin sus palabras, Rubiales, el odioso agresor sexual, ya había sido incinerado en la pira política y en las televisiones del régimen. «Ha vejado y agredido a una mujer, ¡qué se cumpla la ley!», clamaba una justiciera Yolanda, la líder del partido que silbaba mientras Errejón revoloteaba aquí y allá. Ione e Irene hablaban directamente de «violencia sexual». El PP, para no ser tachado de poco «progresista», salía por boca de Gamarra a calificar lo sucedido de «bochornoso». Sánchez, valedor de Rubiales hasta el minuto antes del beso, apareció muy contrito para condenar «un gesto inaceptable». Y por supuesto entre los más indignados destacaba un grandísimo feminista, un tal Íñigo Errejón: «¡Esto es absolutamente vergonzoso!», denunciaba en público, mientras en su comportamiento privado sucumbía, sin poder evitarlo, a la perniciosa influencia del fatídico «neoliberalismo heteropatriarcal».

A la vista de todo aquello, te quedas pensando: Topuria, muchacho, ¡te has metido en un buen lío! Y es que nuestro campeonísimo mundial de la modalidad sopapo limpio se ha marcado un Rubi con una testa coronada, ni más ni menos.

Ocurrió el sábado en Abu Dabi. Después de enviar a la lona en el tercer asalto a Max Holloway, el luchador hispano-georgiano se fue de cara al público eufórico, presto a festejar su gesta. En primera fila estaba plácidamente sentado el Rey Juan Carlos, y hete aquí que llega Topuria, le agarra la cabeza con sus dos manazas de púgil y le planta un beso en la egregia calva. ¡Horror! ¡Un Rubiales! Y encima perpetrado por un gachó que acababa de enviar a dormir de un bofetón a uno de los mejores luchadores del orbe.

¿Hubo consentimiento del veterano monarca ante el beso de Topuria? ¿Pronunció Don Juan Carlos el preceptivo «solo sí es sí»? Esperamos las inmediatas denuncias de nuestro «progresismo» ante estos hechos, perpetrados de nuevo ante las cámaras planetarias. Imaginamos que imperará una vez más el implacable rigor ideado en su día por las eminencias jurídicas Ione e Irene.

En fin, aparcando la ironía y expresándolo de otro modo: ¿Cómo puede haber llegado a gobernar un país del nivel de España semejante pandi de iluminados, iluminadas e iluminatis?