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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Si los pendrives de Ábalos hablaran

Van desvelándose algunos de esos diálogos entre José Luis y Pedro, cuando este le decía algo parecido al «sé fuerte» de Rajoy a Bárcenas. Y habrá más sorpresas, que probablemente demostrarán que el jefe de Moncloa no era ajeno a los tejemanejes de sus corifeos

El 16 de julio de 2020, José Luis Ábalos Meco tuvo dos curiosas reuniones. La primera con su jefe y amigo personal, Pedro Sánchez, a la que acudió también su compañera de Gabinete, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Ya tarde, en torno a las nueve de la noche, disfrutó de la visita de su inseparable Koldo y de Víctor de Aldama, el nexo de la corrupción que anega al PSOE, que escondía 70 millones fuera de España como consecuencia de una trama de tráfico de influencias de la que solo conocemos una pequeña parte. Simultáneamente, la mujer del presidente, Begoña Gómez, se había citado ese mismo día en secreto en la sede de Globalia con Javier Hidalgo, su amigo del alma, aquel por el que haría cualquier cosa, incluso influir para que rescataran con dinero público su aerolínea, en quiebra técnica por la pandemia.

Según tiene datado la UCO, Ábalos, mano derecha del presidente, era muy colega de Aldama, con él compartía negocios y andanzas, tanto que sufragaba los gastos de su amiga Jessica; viajes y ático en la plaza de España, incluidos. Eso era un auténtico amigo. Un año largo antes de ese festival de reuniones del verano de 2020, José Luis había llevado a Víctor a un acto del PSOE en el Teatro de La Latina, como ha publicado El Mundo, y don Vito se había fotografiado con el número 1, con Pedro, que estrenaba Gobierno después de una moción de censura contra Rajoy. Hasta el conseguidor tenía pase VIP para celebrar el resultado electoral socialista de 2019. Él era el que hablaba con Delcy Rodríguez. Un auténtico portavoz en la sombra del presidente. Y de Ábalos. Y de Baltasar Garzón. En una palabra, un crack.

Ahora puede decir el presidente que él se fotografía con todo quisque, pero sabe bien que Aldama no era un cualquiera. Ni siquiera lo era para su mujer, con la que hizo varios viajes profesionales, uno al San Petersburgo del Baremboim David Azagra, de lo que hay constancia fotográfica. Lo que deja claro la instantánea del teatro es que hay alguien que empieza a impacientarse y a filtrar imágenes delicadas para Moncloa. ¿Será Ábalos? ¿Será Koldo? ¿Será Aldama? ¿Serán todos? Lo cierto es que quedan por desencriptarse 166 archivos, guardados en pendrives, por cuyo contenido el exministro de Transportes está un poco inquieto. No solo porque contenga fotos íntimas probablemente hechas en la terraza del ático de Jessi, sino porque a Ábalos le gustaba guardar sus conversaciones con Pedro, ese jefe casi hermano, que no le ha dado ni el derecho al pataleo, echándole del grupo parlamentario y tres años antes, cesándole del Consejo de Ministros. A él no le dijeron, como a Errejón, aquello de «hermano, yo sí te creo».

Van desvelándose algunos de esos diálogos entre José Luis y Pedro, cuando este le decía algo parecido al «sé fuerte» de Rajoy a Bárcenas. Y habrá más sorpresas, que probablemente demostrarán que el jefe de Moncloa no era ajeno a los tejemanejes de sus corifeos, a los que él y solo él otorgaba el poder necesario para repartir prebendas, traficar con influencias y, a mayores, beneficiarse del erario que manejaban. Y la primera que contaba con licencia era su esposa, desde ayer también imputada por intrusismo y apropiación indebida contra el patrimonio de la Complutense.

Por eso, y a la espera de que la UCO vaya volcando toda esa documentación gráfica, sonora y escrita que incautó en el colchón de Koldo, y de que Aldama se canse de estar a la sombra él solito, me malicio que el más perjudicado por lo que pueda salir de esos dispositivos no es Ábalos. Hay una pareja con pasaje a la India, los nuevos y patéticos jefes de Estado del colorido Bollywood, que no deberían estar muy tranquilos.