Dios, relegado al banquillo
Resulta bastante triste ver como nuestros representantes públicos evitan toda alusión a lo trascendente ante una tragedia como la de la DANA
Una de las muchas actitudes molestas en los días de la pandemia fue la carencia de humanidad y afecto del Gobierno ante el dolor de las familias. Con miles y miles de españoles muriendo por 'neumonía bilateral', el personaje se resistía a declarar el luto, no fuese a ser que nos recordase que la mortandad estaba desatada. Además, solo hizo una visita muy fugaz a un hospital, de menos de media hora. El dolor del pueblo, cuanto más lejos, mejor.
El Gobierno de 'los cuidados' se centró en la propaganda televisiva y se mantuvo muy alejado de «la gente», el sustantivo con que se les llena la boca. No hubo asomo de compasión, y por supuesto ni una sola apelación a lo trascendente, pues es retrógrado, carca. Lo prioritario era que Sánchez apareciese en la foto como el providencial líder «progresista» que nos cuidaba a «todos y todas» con enorme éxito. Cuando por fin aceptó celebrar un homenaje a las víctimas en la capital de España –el país que llevó el catolicismo por todo el planeta–, se evitó escrupulosamente cualquier oración. Se organizó una ceremonia cursi y vacía alrededor de un pebetero en el Patio de Armas del Palacio Real, una especie de culto new age sin sustancia.
Solo hubo una excepción ante aquel gélido vacío espiritual, la ministra de Defensa. Margarita Robles me ha decepcionado enormemente con sus tragaderas ante todas las tropelías de Sánchez, pero hay que reconocerle que en la ceremonia de clausura de la morgue del Palacio de Hielo se atrevió a resaltar que allí se había rezado por los muertos, algo insólito en el régimen «progresista». Resultó también muy emocionante escucharla recordando que ninguno de los cadáveres que se velaron en aquel espacio estuvo solo, porque nuestros militares supieron acompañarlos en cada instante con la debida dignidad y respeto.
Tiempo después, Martín Corrochano, el comandante de la UME que coordinó las tres macro morgues de Madrid durante la covid, contó algo más: «Una tarde la ministra vino ella sola, sin acompañante y sin escolta, y me dijo que iba a entrar a honrar a nuestros fallecidos. Me dijo que era católica y que iba a rezar una oración, y la acompañé. No sé cuánto tiempo estuvimos allí, pero acabamos los dos llorando».
Es decir, en España, un país católico, para rezar por los muertos, para practicar un acto elemental de humanidad, la ministra y el militar hubieron de hacerlo a hurtadillas.
Si en Estados Unidos hubiese ocurrido una tragedia como la que estamos llorando en España, ninguno de los dos candidatos soslayaría una oración, o algún tipo de apelación a Dios. Inglaterra sufre hoy una aguda crisis de fe, pero incluso así, el rey Carlos III habría invocado de algún modo a Dios, como habría hecho también su madre, la magnífica Isabel II. Sin embargo, aquí… Las víctimas son despachadas como números, mientras los partidos se despellejan presto con sus peleas cainitas sobre una dolorosísima montaña de muertos. Como mucho se invita a hablar en las televisiones a los psicólogos, que operan como placebo de lo profundo en un país que tiene a Dios relegado al banquillo en toda su vida pública. Entre los jefes de los grandes partidos, solo Abascal ha osado a escribir en un tuit una alusión religiosa, al referirse a sus «oraciones».
La riada se ha llevado perros, gatos, coches, electrodomésticos… y personas, no sabemos siquiera cuántas todavía. Millones de españoles seguimos creyendo que lo que diferencia a los seres humanos del resto de lo que ha arrasado el agua es que nosotros tenemos un alma trascendente, somos algo más que animales u objetos.
Personas que salieron a hacer su compra cotidiana en un día anodino de semana jamás volvieron. Tampoco muchos que bajaron a intentar llevar sus coches a resguardo, o los que murieron ahogados en sus propios garajes y bajos. ¿Qué cuesta oficiar un rezo por su eterno descanso? Somos un país constitucionalmente aconfesional, ya lo sabemos, pero aún así... ¿Por qué está prohibido en nuestra vida pública que un político diga un simple «rezamos por ellos para que Dios los tenga en su gloria»? ¿Por qué ni siquiera el Rey se atreve a pronunciar las palabras oración, rezar o Dios?
¿Nos gusta de verdad esta España híper materialista, donde solo somos unas minúsculas criaturas que consumimos, votamos y morimos, que pasamos sin sombra ni huella, a las que por lo visto solo espera un enorme vacío, como si jamás hubiésemos existido? Se niega a Dios para al final cambiarlo por nuevas seudo religiones, como las del cambio climático o la de la ideología que llaman «de género», porque al final siempre se necesita creer en algo.
Desde el inicio de los tiempos, y en todas las culturas, el ser humano ha mirado a las alturas con un anhelo trascendente, espiritual. Así que, por favor, no condenen a los creyentes que han muerto en esta catástrofe al recuerdo chato y ñoño del pebetero new age, el canon de Pachelbel y los poemas huecos que no dicen nada. Esas personas descansan en paz a la luz de Dios. No son cifras, ni munición para una pelea partidista que en esta hora no debería tocar.