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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Un Estado de chichinabo?

La catástrofe muestra de manera dolorosa lo ya sabido: el modelo territorial funciona mal y haría falta un Gobierno de España con ciertas competencias

El resumen es desolador: una catástrofe terrible y para socorrer a las víctimas, que podrían llegar al final a 400, un Estado de chichinabo, que no está reaccionando como exige el reto.

Vuelve a ponerse de manifiesto de manera lacerante lo que ya observamos y sufrimos durante la pandemia: el modelo territorial está mal diseñado y cuando vienen realmente mal dadas se echa en falta en España un Gobierno de verdad, un Ejecutivo que pueda tomar las riendas de la emergencia y sea algo más que una especie de instituto de buenos consejos y propaganda.

Se quejaba ayer Margarita Robles de que el Gobierno no había enviado más soldados a la Comunidad Valenciana porque no los había solicitado el presidente autonómico. Si a la responsable de Defensa le tiene que indicar Mazón lo que debe hacer ante una catástrofe de esta magnitud, entonces, ¿para qué puñetas queremos una ministra de Defensa?

¿Qué está pintando Sánchez en esta emergencia? ¿Ha tomado las riendas para dar soluciones efectivas y concretas acordes a la urgencia y gravedad del desafío? ¿Qué está haciendo, más allá de posar con caritas circunspectas en las reuniones de su comité de crisis, toda vez que a la hora de la verdad su Gobierno viene a decir que allá se las apañen las comunidades? ¿Quién lleva el volante en esta crisis? Ni lo sabemos.

Por desgracia, quizá faltan todavía docenas de cadáveres por localizar. Las calles continúan enlodadas, con unos vecinos desesperados. Incluso puede desencadenarse una crisis de salud pública si no se actúa con premura. Las personas que deambulan por los barrizales se quejan una y otra vez ante los medios de que se sienten abandonadas, de que no acaba de llegar ayuda en condiciones (y a veces ni siquiera ayuda alguna). En estas circunstancias, ¿cómo puede ser que policías y guardias civiles estén implorando acudir a las zonas destrozadas para ayudar y que el Gobierno de España ni siquiera les dé acuse de recibo?

La sociedad civil española (la Iglesia, las empresas, las universidades, las asociaciones filantrópicas…) ha reaccionado de inmediato para echar una mano y enviar alimentos y material. Y está muy bien, es admirable. Pero no puedo evitar quedarme rumiando una pregunta: ¿y no es capaz de encargarse de eso un Estado de la potencia de España, que cuenta además con el Gobierno más inflado y más caro de Europa, con 22 ministerios?

Enviamos ayuda humanitaria por todo el orbe cada vez que surge una crisis, como debe ser. Y tenemos en cada región de España una televisión autonómica, un CIS, una agencia autonómica de meteorología, varios museos locales de arte snob, orquestas sinfónicas regionales, chiringuitos de todo tipo… Y sin embargo, a la hora de la verdad, al parecer no somos capaces de que el Estado garantice una respuesta rápida e intensa ante una catástrofe. Por lo visto tenemos un Gobierno que es incapaz de enviar de inmediato alimentos, agua, equipos sanitarios, brigadas de limpieza, excavadoras, ingenieros militares para levantar puentes de emergencia, habitáculos portátiles para que, quienes han perdido sus casas, puedan guarecerse… ¿Qué está pasando? ¿No existe un Estado en España? ¿No existe tampoco un plan de contingencias con un mando claro y único?

Cuando a comienzos de 2020 llegó el cisne negro de la pandemia pilló al Gobierno en pelotas. Sánchez incluso había entregado la cartera de Sanidad a un apparatchik del PSC que nada sabía de la materia, Illa, que se había mudado a Madrid solo para ejercer de embajador ante los separatistas. ¿Resultado? Apareció la covid y el Ministerio no sabía ni por dónde le daba el aire. Carecía de medios, era incapaz de comprar material sanitario profiláctico en tiempo y forma y colocó como referente frente a la crisis a un médico de perfil un tanto friki y que no dio una (Simón).

Al ver que la patata caliente de la covid empezaba a quemarle sus altivas manos, Sánchez se las lavó y se la pasó a las comunidades autónomas, demostrando así lo que hoy volvemos a ver: un Gobierno de cartón piedra, pues todo lo mollar ha sido transferido a los poderes regionales. No puede haber un mando nacional único que haga frente a las grandes crisis por la sencilla razón de que en realidad el Estado central hace tiempo que ha sido deshuesado.

El modelo autonómico no fue el fruto de un diseño meditado. Se fue montando a tirones y a regañadientes, a rebufo de las reclamaciones egoístas de unos y otros. El resultado es una chapuza, donde las competencias se solapan, donde el que gasta (las comunidades) no tiene la responsabilidad fiscal, y donde se fomenta un extrañamiento tontolaba hacia la idea de España, como si lo que ocurre en Alicante no afectase a Murcia, o lo que sucede en Salamanca a Cáceres. Si de propina pones al frente del Gobierno de España a un simulador, que está vendiendo su propio país a plazos a los separatistas para mantenerse y que preside un consejo de ministros formado por aficionados y demagogos, pues ya tienes la foto completa de lo que ahora tan crudamente padecemos: incompetencia.

España necesita un Gobierno con competencias y competente y no un CEISWA (Centro Estatal de Ingeniería Social Woke Aplicada), que es lo que en realidad tenemos en la Moncloa.