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Agua de timónCarmen Martínez Castro

A mí que me registren

Para Sánchez gobernar es viajar a la India, asaltar TVE o usar la Abogacía del Estado para arreglar los problemas judiciales de su esposa. Pero cuando gobernar se convierte en atender situaciones difíciles, levanta las manos

Pedro Sánchez volvió a obsequiarnos ayer con un nuevo Aló presidente de los que tanto abusó durante la pandemia. Su alocución fue un monumento al escapismo y a la elusión de las propias responsabilidades: «Si Mazón necesita algo, que lo pida, aquí estamos para ayudar». ¡Faltaría más! Es lo mismo que dijeron estos días el ministro francés de Interior o la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von de Leyen; ellos también nos han ofrecido ayuda. La diferencia es que Pedro Sánchez no es un dirigente extranjero conmocionado por la tragedia de un país amigo, sino el máximo responsable de ese país, el encargado de velar por la seguridad y el bienestar de todos esos ciudadanos golpeados por la catástrofe.

Curiosamente en la misma comparecencia Sánchez presumió de la enorme labor que está haciendo sobre el terreno el Ejército, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la UME o los profesionales del ministerio de Transportes. Todos dependen de su mando, lo que contradice abiertamente esa ostensible intención de eludir cualquier responsabilidad. En definitiva, Sánchez salió a decir a los españoles –y sobre todo a los valencianos– que todo lo malo que ocurre allí es responsabilidad de la Generalitat y todo lo bueno hay que agradecérselo a su gobierno. Nunca una oferta de ayuda resultó más falaz. Ese «estamos para ayudar» en realidad significa: «A mí que me registren; pídanle cuentas a Mazón».

A Sánchez le encanta ser presidente del Gobierno, lo disfruta tanto que aun habiendo perdido las elecciones y teniendo que tragar cada día todo tipo de humillaciones de sus socios parlamentarios, sigue atornillado al cargo por encima de cualquier otra consideración. Para él gobernar es viajar a la India, asaltar Televisión Española, usar la Abogacía del Estado para arreglar los problemas judiciales de su esposa, mangonear empresas y gastar dinero público sin ningún tipo de control, pero en cuanto gobernar se convierte en atender situaciones difíciles, Sánchez levanta las manos, pone cara de sorpresa y busca a otra administración a la que cargarle el marrón. Eso sí, él está siempre ahí para ayudar.

Los ciudadanos no necesitamos ayuda del presidente del Gobierno, necesitamos que cumpla con sus responsabilidades. Cuando se produce una catástrofe nacional es el gobierno de la nación, con todos sus recursos, el que debe dirigir y coordinar las labores de protección civil. Es lo que establece la ley y lo que dice el puro sentido común. Ni siquiera es necesario decretar el Estado de Alarma, basta con aplicar el Plan Estatal de Emergencia de Protección Civil. No se puede ser presidente del Gobierno para pasearse por la India y un turista ante la mayor tragedia de los últimos años en España.

La izquierda ha demostrado sobradamente su capacidad de sacar rendimiento político de los infortunios: el Prestige, el accidente del Metro de Valencia o el 11-M son ejemplos de esa falta de escrúpulos para convertir los duelos en munición política. Acaso por eso cuando una catástrofe les pilla siendo gobierno su respuesta es fingir que no lo son.