Algunos antecedentes del Prestige
El Plan Hidrológico y el Plan Galicia le hubieran dado una gran vuelta a España para bien, pero ya supimos de qué pie cojeaba el sectarismo de Zapatero
Como lo viví de primera mano, puedo contarlo y tratar de buscar los paralelismos entre aquella crisis y las inundaciones valencianas. Vaya por delante que aquella catástrofe no registró ni una sola víctima mortal ni tuvo las consecuencias sociales y económicas que esta tiene y va a tener. En el Prestige, desde el minuto uno, se arrogó la competencia el Gobierno central, entonces presidido por José María Aznar, y se le dijo a la Xunta de Galicia, entonces dirigida por Manuel Fraga, que se abstuviera de entrar a gestionarla. Mariano Rajoy, al que Aznar le encargaba resolver todos los entuertos, se trasladó a Galicia y le tiraban huevos, le insultaban y casi no podía acudir a los sitios. Aznar no pisó Galicia hasta bien pasado un mes y lo hizo para celebrar un Consejo de Ministros extraordinario que aprobó el «Plan Galicia», una serie de obras de infraestructuras nuevas con las que se pretendía compensar el desastre ecológico. Apenas dos años después, con su carácter destructor, el Gobierno de Zapatero, el mismo que anuló el Plan Hidrológico, con el entusiasmo de Magdalena Álvarez, se cargó el «Plan Galicia». A pesar de semejante agravio, los nacionalistas gallegos siguen apoyando al PSOE. Son las paradojas de la política cuando esta se encuentra a favor del sectarismo y no orientada hacia el bien común. El Plan Hidrológico y el Plan Galicia le hubieran dado una gran vuelta a España para bien, pero ya sabemos de qué pie cojeaba el sectarismo de Zapatero.
A la labor de Rajoy se sumó entonces Rodolfo Martín Villa, en calidad de comisario del Gobierno central. En realidad, toda la crisis, desde su génesis, que tuvo en la Naturaleza el agente desencadenante, hasta su posterior gestión y compensación, tuvo en el Gobierno central a su mayor responsable. Y bien que la izquierda y especialmente el PSOE se lo afeó con todo tipo de manifestaciones y repulsas. ¿Qué ha cambiado en la legislación española para que ahora el Gobierno central no quiera asumir sus responsabilidades? Hasta donde yo sé, nada. La única diferencia es Sánchez y el deterioro que le ha infligido a la institucionalidad de nuestro país y a la convivencia entre españoles.
La huida de Pedro Sánchez de la zona cero de Paiporta lo marcará para siempre. Es la evidencia del cobarde que lleva dentro y de la impopularidad que se ganó a pulso. A Mariano Rajoy lo agredió con severidad un joven en Pontevedra, pero no se fue. A Felipe VI y a la Reina Letizia también su equipo de seguridad les aconsejó abandonar la zona el domingo pasado, pero se quedaron. Como también se lo aconsejaban a Mazón. El único que no soporta ver la realidad es Sánchez, por eso no sirve para gobernar. Le falta valentía, cultura democrática, sentido de Estado, sentido de la Historia y dignidad. Ese concepto de resistencia que acuñó una de las muchas autoras que actúan de negras para él no es una virtud: es su mayor defecto. Se ha empeñado en anteponer su interés personal al de millones de españoles, por eso no ha logrado nunca el respaldo popular de la ciudadanos.
Qué lastima que tengamos que estar escribiendo de esto mientras una parte de España se desangra con los efectos de una tormenta inimaginable. Faltaríamos, sin embargo, a nuestro deber periodístico si no alertásemos a los lectores de la impostura moral que está suponiendo en estos y en estas circunstancias el comportamiento de un ciudadano llamado Pedro Sánchez.
Nota final: el desastre del Prestige comenzó el 12 de noviembre. Recordemos que en el otoño y el invierno caen lluvias, vientos y nevadas. Y en la primavera y el verano, sequías.