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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Hasta aquí

¿Qué culpa tenía Luis XVI? Imaginen preguntarle eso a un historiador. Pues en parecido dislate se ha instalado el equipo de opinión sincronizada, con Silvia la de RTVE haciendo de Esther Williams en 'Escuela de sirenas': ¿Qué culpa tiene Sánchez?

¿Qué obscenidad es esta? ¿Tan torpes son los dos gobiernos desbordados, el Gobierno y el Gobiernito? Hablaba de fango Sánchez, de la máquina de fango, consigna chorra sacada de Eco, y al final es el fango literal el que se está tragando su maldito sectarismo, sus patrañas, su arbitrariedad connatural. El fango literal que se ha llevado a tantos como para no atisbar el número, mientras sus deudos los lloran a gritos y a empellones que el Rey entiende, encaja y amortigua, para luego explicarles con una calma que solo él exhibió, la calma de un abuelo prematuro, lo que estos gobernantes no tuvieron ni tienen ni tendrán el valor de decir a sus estafados, agonizantes e iracundos empleadores, los gobernados.

Tan torpes son ambos Ejecutivos que sus presidentes creen tener alguna posibilidad de salvarse de la quema política que se les viene. Ni uno solo de sus ministros y ministrillos ha tenido reflejos para dimitir hasta ahora, cuando quizás aún podrían escapar de la ignominia a pie de página que les depara la historia. No se enteran de nada. Si uno va remontando en el tiempo, vemos que lo de 1789 en París llegó por un par de malas cosechas. ¿Qué culpa tenía Luis XVI? Imaginen preguntarle eso a un historiador. Pues en parecido dislate se ha instalado el equipo de opinión sincronizada, con Silvia la de RTVE haciendo de Esther Williams en Escuela de sirenas: ¿Qué culpa tiene Sánchez?

Ninguna de las argucias, trucos, juegos sucios, tonterías de estratega a la violeta, trampas al ajedrez al modo del olvidado Iván Redondo, fechorías banderizas de Bolaños, fingimientos técnicos de Mimema (ministra, médica y madre), engolamientos presidenciales ni cálculos perversos de Marlaska sirven ya de nada. A la vicepresidenta y ministra del trabajo ajeno ni la nombro, pues autoridad nunca la tuvo y su poder efectivo está liquidado desde lo de Errejón. Tampoco sirve de nada lo de Feijóo, pretender a estas alturas de la fatal responsabilidad bipartita un abrazo de boxeador exhausto. Aunque la pretensión tiene su lectura: nos hemos hecho mucho daño al arrojarnos toda la culpa unas siglas a otras, y demasiada gente está atando cabos sobre la verdadera naturaleza de la dicotomía PP-PSOE, tan rentable.

Que no, que esto se ha puesto serio, que nadie entiende el juego que os traéis, que el mero hecho de jugar es inadmisible aunque el juego sea estratégico y nada divertido. Que no, que aquí solo ha funcionado la catarsis a la que procedieron, con gran riesgo, el Rey Felipe VI y la reina Letizia: demostrar que el dolor ajeno es tu dolor aunque te llueva barro, acercarte al que te increpa, aguantar el chaparrón, que más chaparrón han sufrido ellos. Dejar que se descarguen las emociones para acabar cogiendo las manos, abrazando. Catarsis. Nada que podáis reproducir ni remotamente los que apurasteis el reloj de los ahogamientos, los que retuvisteis al Ejército, acuartelado a su pesar. Todo ha cambiado, y cuanto antes lo entendáis, mejor para vosotros.