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El ojo inquietoGonzalo Figar

Eres más de lo que te imaginas, Rafa

Pero de repente, tú, Rafa, dabas sopas con ondas a americanos, franceses, ingleses y suizos. Un chico humilde de un pueblo de una isla de España nos enseñó lo que es el orgullo, lo que es no amilanarse, lo que es ser español pero pensando a lo grande

Querido Rafa:

Ha pasado un mes desde que anunciaste tu retirada y, en pocos días, vas a jugar tus últimos partidos como tenista profesional. A muchos nos va a llevar mucho tiempo aceptar que ya no te vamos a ver en la cancha compitiendo, combatiendo, conquistando. Has marcado época. Nosotros hablaremos a nuestros hijos y nietos de que vivimos en la era de Rafa Nadal, así como nuestros abuelos nos hablaban de Pelé, Jack Nicklaus o Ali.

Para muchos, tú significas mucho más de lo que te imaginas, Rafa. Se han escrito ya montañas de palabras alabando tu garra, tu mentalidad, tu aura de campeón, tus títulos. Y, sin duda, todas estas cosas se merecen todo el aplauso y la admiración recibidos, porque son únicas y sorprendentes. Pero es que, para muchos españoles, tú eres mucho más que eso, Rafa.

Tú hiciste que España se creyese grande. Solemos ser un país algo acomplejado. Tendemos a vernos pequeños al lado de los extranjeros, sin llegar a creernos que en España hay talento, valor y carácter para mirar de tú a tú a cualquiera. Pero de repente, tú, Rafa, dabas sopas con ondas a americanos, franceses, ingleses y suizos. Un chico humilde de un pueblo de una isla de España nos enseñó lo que es el orgullo, lo que es no amilanarse, lo que es ser español pero pensando a lo grande.

El día más feliz del año para mí era cuando, tras cada victoria tuya en Roland Garros, sonaba el himno español en el corazón de Francia, en su adorada París. Era un pequeño gesto de venganza histórica contra nuestro eterno rival; era como una bofetada tardía de parte de todos los españoles en la cara de los hermanos Bonaparte. Sonaba el himno y te mirábamos como se miraría al Gran Capitán o a Blas de Lezo tras ganar una batalla contra moros o ingleses.

Tú hiciste que en España hubiera al menos un tema de concordia. Eres el raro caso de una figura que trasciende las divisiones, en una era en la que algunos se empeñan en que nos dividamos y distanciemos más y más. La práctica totalidad de los españoles te admiramos, Rafa, salvo los cuatro inútiles de siempre que, en realidad, no te odian a ti, sino que odian el éxito ajeno, porque solo se alimentan de envidia y de rencor.

Tú nos mostraste el valor de la familia. Siempre has estado rodeado por los tuyos; por tu tío Toni, responsable de forjar tu carácter de campeón desde pequeño; por tus padres que, incluso separados, han estado siempre juntos apoyándote; por tu hermana, a la que veíamos en la grada en todos los torneos y comentábamos lo guapa que era (y es); por María, tu novia de siempre, ahora mujer, discreta y leal compañera. En ti, vimos reflejados los valores de la familia, que son amor, acompañamiento, aliento, confianza, responsabilidad, unión. Has hecho patente que detrás de un campeón hay una familia, un equipo, un entorno de personas que lo hacen posible.

Tú nos has enseñado lo que es el respeto y la discreción, desde un mundo de famosos y celebrities donde estas cualidades no suelen prevalecer. Nunca has falta al respeto a un rival, a un periodista, a un fan. Siempre te has mostrado como una persona atenta y considerada. Nunca has dado un escándalo, ni salido en portadas de revistas haciendo el canelo. Siendo, como te mereces ser, rico y famoso, te has preocupado de no dar la nota, de vivir tu vida con toda la comodidad y tranquilidad en tu querida Manacor. En una época donde parece que los modelos a seguir por los jóvenes son influencers presumidos o futbolistas ostentosos, tú has mostrado que el éxito y la riqueza son perfectamente compatibles con la mesura, la intimidad y la normalidad.

Que eres un campeón, no hay duda. Que eres de los mejores tenistas de toda la historia, tampoco. Que eres el mejor deportista español de todos los tiempos, eso está claro. Que tu garra, mentalidad, capacidad de lucha y tu talento son sobrehumanos, ya lo sabes. Pero eres mucho más que eso: eres patria, eres grandeza, eres espíritu, eres concordia, eres familia, eres valores.

Muchas gracias por todo lo que has hecho hasta ahora, por España, por los españoles, por el deporte y por el tenis. Y ahora que se abre una nueva etapa de tu vida, te deseo (tomando prestada una expresión de mi amada Colombia) ¡buen viento y buena mar!

¡Vamos, Rafa!