Micronazismos
Para colmo de males, ha ganado Trump. El nazi de Trump. No lo digo yo, el Partido Demócrata no se ha cansado de llamarlo de esa forma durante toda la campaña electoral. Hay muchísimos españoles preguntándose, angustiados, cómo es posible que semejante persona vaya a volver a la Casa Blanca
El domingo pasado retraté por aquí, a modo de anécdota, la indignación que bullía en redes contra los fachas que se habían volcado con Valencia. Estuve a punto de no mencionar el asunto, pensé que sería cosa de unos cuantos frikis, infectados de ideología, twitteando fuerte contra el fascismo desde el salón de su casa. El texto lo envié el sábado, imaginen mi sorpresa al encontrarme al diario El País haciéndose eco de semejante peligro —¡nazis ayudando a mansalva!— y la posterior escandalera mediática ante el ataque terrorista de la extrema derecha contra Pedro Sánchez en Paiporta.
No di crédito. Sigo sin hacerlo. Cualquiera diría que, ante una tragedia de tales dimensiones, hablar del origen de los voluntarios sería lo último que le interesaría comentar a nadie. Aunque fuera por estrategia, vaya: si me considero una persona de izquierdas, es decir, alguien que cree que solo la gente como yo se preocupa por los más desfavorecidos, preferiría que nadie se planteara qué estamos haciendo tan mal como para que la derecha nos adelante por la ídem.
La soberbia humana escuece y prefiere tomar atajos. Si algo no cuadra, el último sitio donde hay que mirar es en un espejo. Unos cuantos muertos, poblaciones arrasadas son una desgracia, sí, pero hay que saber mirar a futuro: la izquierda, ¡el pueblo!, no puede permitir que capitalice la tragedia el fascismo, esos niñatos despreciables que se acercan a ayudar por rédito electoral (cree el ladrón que todos son de su condición).
En este punto se diría uno que si la progredumbre fuera inteligente habría convocado a los suyos —capacidad no les falta— y arrojado una avalancha de donaciones y voluntarios tal que a la provincia de Valencia no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Ahora bien, ¿para qué hundirse en la auténtica máquina del fango cuando tienes el mejor comodín del mundo? ¡Que vienen los fachas!
Tengo que ser justa. En realidad, lo de facha ya no se lleva. Facha es un señor cualquiera, digamos de Badajoz, que no necesita un exorcismo si ve una bandera de España en un ayuntamiento. No, lo facha está demodé. El peligro ahora son los nazis. Hay nazis por todos lados. Yo soy nazi por escribir estas líneas y usted —sí, usted— lo es por leerlas. Aunque lo haga solo porque le dé morbo ver qué dicen los nazis de El Debate y luego nos explique en los comentarios del lector el mal del que nos hemos de morir. ¿No se da cuenta de lo sospechoso que resulta que ande usted por estos lares? ¿Cómo es que sabe de nuestra existencia? La única explicación posible es que usted es un nazi. Todavía no se ha dado cuenta de su condición, porque lo de ser nazi es como ser machista. Al igual que todos los hombres —y muchas mujeres— transpiramos micromachismos inconscientes, usted está hasta arriba de micronazismos.
¿Cree que la obligación del presidente de gobierno era desplegar todos los recursos a su disposición desde el minuto 1? Nazi. ¿Cree que está mal que griten y lancen barro a las autoridades gente que lo ha perdido todo y no ha recibido ayuda? Nazi. ¿Le parece dudoso que la indignación generalizada sea producto de un complot de extrema derecha? Nazi.
Para colmo de males, ha ganado Trump. El nazi de Trump. No lo digo yo, el Partido Demócrata no se ha cansado de llamarlo de esa forma durante toda la campaña electoral. Hay muchísimos españoles preguntándose, angustiados, cómo es posible que semejante persona vaya a volver a la Casa Blanca. Son los mismos que ven a una señora mayor arreando paraguazos al coche de Pedro Sánchez y exclaman, aterrorizados, «¡que vienen los nazis!». Pues nada. Que vengan.