Un palo en la espalda de Sánchez
Han detenido ya a tres personas por golpear el coche del presidente, pero no consiguieron arrestar (por lo que sea) a Carles Puigdemont, que se pasó diez minutos subido en una peana
Andan las viudas de Pedro Sánchez (que son las mismas que las de Kamala Harris) diciendo que lo ocurrido en Paiporta con los Reyes y el presidente fue obra de grupos organizados. En concreto, de grupos de extrema derecha, que es como el comodín de la llamada. ¿Que imputan a mi mujer? Es cosa de la ultraderecha. ¿Que imputan al fiscal general del Estado? Cosa de la ultraderecha. ¿Que la gente del campo se manifiesta? Es que son de ultraderecha. Habiendo tanto derechista suelto, no entiendo cómo no ganan sobradamente las elecciones. Es más, al ritmo de obsesión que llevamos, no descarto ver a Sánchez en una habitación acolchada delante de un especialista: «Y dime, Pedro, esos ultraderechistas que ves, ¿están aquí con nosotros en esta sala?».
Bromas aparte, el presidente puede caer en el cuento de Pedro y el lobo, y que al final su «alerta antifascista» no surta efecto ni entre los más cafeteros. Pero allá él, que para algo tiene más asesores que militares hubo en Aldaia los tres primeros días de la tragedia. La realidad es que Sánchez es el presidente con mayor contestación pública porque es a su vez el presidente con menos apoyo de la historia de España. Nunca nadie se empeñó en gobernar perdiendo las elecciones. Nunca nadie quiso presidir España aliándose con los que quieren salir de ella desvalijándola. Y nunca antes un presidente llamó fachosfera a esa mitad del país que, aunque no le vota, sí depende de su gestión.
El caso es que la gente de Valencia se encendió y recibió a las autoridades con palos y barro. Fue desagradable. Y luego unos dieron la cara y otros la espalda, en función de su estatura moral. Pero eso fue lo que pasó, por resumirlo mucho. La gente perdió los nervios (mal hecho) y cruzó la frontera de la agresión física, pues el lanzamiento de un palo o de un objeto —como el que abrió la frente del escolta de la Reina— es igual de condenable tanto cuando acierta como cuando falla, que fue lo que ocurrió con Sánchez. Al presidente le rozaron los proyectiles y luego golpearon los coches de su comitiva, en una imagen que a mí, como ciudadano común, me entristece. Vale que mi casa no ha estado con metro y medio de agua sucia corriendo por los pasillos. Vale que no he perdido a ningún ser querido ni llevo cinco días sin poder abrir los grifos, pero no es la imagen de país que me gustaría exportar (como tampoco lo es que mandemos militares con cuentagotas por inoperancia o por cálculo político, que es lo que me temo que pasó).
Donde sí han estado rápidos es con las detenciones. Se han registrado ya un total de tres por atacar los coches del presidente y entiendo que se ha hecho porque lo merecían. Pero no deja de sorprenderme que en cuatro días tengamos tres detenidos y nadie consiguiese arrestar a Carles Puigdemont después de pegarse diez minutos subido en una rotonda del centro de Barcelona. ¿Cómo no se va a enfadar la gente de Valencia si para unos hay terciopelo y para otros multas? No tengo ninguna duda de que si hubiera un Partido Paiportino con siete escaños en el Congreso, hoy los vecinos de Valencia caminarían sobre azulejos.
Y estarían debidamente amnistiados.