Fundado en 1910
Enrique García-Máiquez

Mazón como azud

Mientras los populares se aprestan a dejar caer a Mazón, los socialistas y sus medios afines se organizan para ponerse de perfil y dejar que la defenestración de Mazón calme las inevitables ansias justicieras

Nietzsche se marcó un aforismo bastante contundente, como suyo: «Si algo se tambalea, empujadlo». Siempre me pareció la némesis del pensamiento conservador, que reza: «Si algo se tambalea, sostenedlo». Eso, como un principio general, que luego tiene aplicaciones concretas, según los casos.

Que el Partido Popular no es un partido conservador se sabe, entre otras cosas porque ellos mismos repudian la etiqueta; pero también porque, en lo que respecta a los empujones, son partidarios de empujar a los suyos, por la espalda y al abismo. En cambio, el PSOE, tan progresista para los demás, para ellos son ultraconservadores y amantes de la familia hasta extremos nepotistas, como demuestra el amor de Sánchez por su cargo, por su mujer y por su hermano. Se dicen: «Si es socialista, aunque se tambalee, abrazadle».

La gestión política de las responsabilidades de las inundaciones de Valencia está siendo una vergüenza transversal, pero es imprescindible pararse a ver los matices. Mientras los populares se aprestan a dejar caer a Mazón, los socialistas y sus medios afines se organizan para ponerse de perfil y dejar que la defenestración de Mazón calme las inevitables ansias justicieras. Mazón como azud. Con pasmo oigo a los socialistas decir con unanimidad de argumentario bien memorizado que ellos estuvieron ayudando «desde el minuto cero [sic] y que ahora [sic] no es el momento de pasar facturas políticas», para, a renglón seguido, sin solución de continuidad y con una cara de cemento armado, empezar a pedírselas a Mazón. Es asombroso que el PP, con la experiencia que ya debería tener, esté participando en esta operación.

Como explicaba Luis Ventoso en un trabajo ejemplar, aquí han estado todos mal, políticos como Sánchez, Teresa Ribera, Mazón y Page, y, además, el engranaje institucional. Por supuesto, habrá que pedir responsabilidades y abrir comisiones de investigación muy meticulosas y replantearse políticas, desde las medioambientales a las autonómicas. ¿Ponen en peligro y cuestan vidas españolas?

Pero ha de venir después y, sobre todo, ordenadamente. Ahora el PP no debería dejarse llevar por sus pulsiones cainitas. Por dos razones. Primera, si Sánchez consigue forzar la dimisión de Mazón antes de rendir cuentas; él, Ribera, la ecología y el Estado Autonómico se irán de rositas. Ya todo será señalar la cabeza caída de Mazón, lavarse las manos y exigir la aprobación de los Presupuestos. Y eso, además de torpísimo en política, es muy injusto con la reparación de las víctimas; y muy imprudente para prevenir futuras catástrofes.

En segundo caso, la torpeza del PP transmitirá la idea de que deja caer a los suyos en cuanto se tambalean, o que los empuja. En Valencia, tenemos el recuerdo de la abandonada Rita Barberá y del repudiado Francisco Camps. Esto tiene consecuencias. A ningún español se le escapa que el PSOE protege a los suyos hasta el extremo de los indultos a Griñán y Chaves. Y que no tiene piedad de los contrarios. Mientras que el PP se desembaraza de los propios a la primera sospecha o presión y es capaz de votar a favor de que Teresa Ribera sea vicepresidenta de la Comisión Europea. Esto sería escandaloso y la prueba del nueve de la labor de oposición de Feijóo.

Un amigo, sopesando las posibilidades de que Donald Trump se desentienda de la suerte de Ucrania, comentaba que la fama de EE. UU. como país que abandona a aquellos aliados a los que empujó primero, no beneficia en absoluto al prestigio internacional que necesita una gran potencia. Demos a Trump el beneficio de la duda y esperemos que pueda lograr un equilibrio de intereses entre la invadida Ucrania y Rusia. Pero lo de la fama es verdad, y lo perjudicial que resulta. Un PP al que todas las tragedias, ya sean naturales o terroristas, le salen por la culata, mientras que el PSOE las recicla con precisión de reloj, es inquietante y no invita al compromiso de nadie.