Entre Llach y Almodóvar
Unos cuantos manifestantes que protestaron simultáneamente contra Sánchez y Mazón, a punto estuvieron de ser agredidos. No obstante, la presencia del tostón de Llach ha sido muy divulgada, comentada, elogiada y agradecida por el retroprogresismo patrio
La ausencia del Estado y de su poder de reacción ante una tragedia nacional, la ha compensado, sin duda, la presencia del trovador separatista catalán Llach en la manifestación convocada por la ultraizquierda y organizada contra ellos mismos. Llach, con la Estaca o sin la Estaca, siempre fue un coñazo, como casi todos los cantautores del tardofranquismo, término acuñado por Paco Umbral, que de coñazo tenía muy poco y de talento literario, mucho. Mientras decenas de miles de personas llegaban a Valencia a ayudar, rebozarse en barro, repartir alimentos y medicinas, consolar a los afligidos y desheredados por la riada, el Greta Thunberg del separatismo catalán se presentó para formar parte de la aglomeración inhumana del cinismo de la ultraizquierda. Unos cuantos manifestantes que protestaron simultáneamente contra Sánchez y Mazón, a punto estuvieron de ser agredidos. No obstante, la presencia del tostón de Llach ha sido muy divulgada, comentada, elogiada y agradecida por el retroprogresismo patrio. Y también la inestimable ayuda ofrecida por Almodóvar, los Bardem, y un abrumador porcentaje de los militantes de La Ceja. Esa saludable y comprensible reacción nació de la indignante actitud antidemocrática de tres ciudadanos de Paiporta que atacaron sin consideración alguna al presidente del Gobierno, que por fortuna, y a pesar de su resistencia por permanecer en el lugar del peligro, aceptó a regañadientes, tras salvar su vida de milagro de un escobazo a traición, ser evacuado de la localidad herida y desesperada. Los miembros de su equipo de seguridad que no cumplieron su orden de no evacuarlo, han sido sancionados con severidad. Durante seis días, no se les proporcionó en La Moncloa el bocadillo de media mañana, y los agentes de su escolta tuvieron que llevárselo de su casa, dando lugar a toda suerte de envidias y discrepancias. Porque el bocadillo de La Moncloa es igual para todos, ora de jamón, ora de lomo, ora de chorizo, ora de atún, ora de calamares. Pero al llevarlos preparados desde casa, la igualdad desapareció, y se oyeron palabras malsonantes. No obstante, la sanción fue merecida, porque el presidente Sánchez deseaba permanecer junto al Rey aguantando el chorreo y las imprecaciones de los afectados. No huyó. Lo sacaron para evitar males mayores.
Del mismo modo, el Gobierno –que se ofreció generosamente a ayudar a todo aquel solicitara su ayuda–, no ha prestado colaboración con los miles de españoles que llegaron a Valencia a embarrarse y repartir agua, alimentos y medicinas. Resulta indignante, y ahí le sobra razón a la Belarra, que Amancio Ortega, Juan Roig, Boluda, y demás empresarios, hayan donado centenares de millones de euros a los damnificados. La Belarra, que es una mujer tan justa como equilibrada, les ha llamado criminales, no sin motivo, porque regalar millones de euros a los que se han quedado sin nada, siempre se ha considerado un acto criminal por parte de los dirigentes comunistas. Llach no llevó dinero. Llevó una pancarta, y ese detalle de buen gusto merece el más alto de los respetos.
Tengo muchísimos amigos, más jóvenes y fuertes, que han ido, han vuelto, han insistido y ahí están, ayudando a desembarrar y repartiendo alimentos, medicinas, agua, ropa, y sobre todo, amor desinteresado. Jóvenes inexpertos, que han llenado sus coches y camionetas, que han alquilado vehículos, para llenarlos de productos, muchos de ellos obligados a ser abandonados por carecer del permiso de distribución que el Gobierno ha impuesto para que la tragedia no se le vaya de las manos. Estudiantes que el fin de semana han cambiado el descanso para entregar su cansancio y su sueño a las víctimas de la riada. Muy meritorios, pero ignorantes. No sabían que, para mitigar el dolor de Valencia, lo que había que llevar a sus paisajes desolados era una pancarta. Son jóvenes, se empecinan en el error y claro, pasa lo que pasa. Ahora se espera la ayuda de Almodóvar, que según parece, tiene invertido un dineral en tierras remotas, y desea alcanzar un acuerdo con su innata generosidad para paliar o suavizar la tragedia de los damnificados. O quizá, procederá al envío de una pancarta desde la lejanía, por el susto que le da tanto barro y tan desbordada suciedad.
Los voluntarios de verdad volverán el próximo fin de semana. Y se agotarán, y se mancharán y compartirán el drama.
Y es posible que se encuentren con Begoña Gómez repartiendo 'sharis' de seda de la India. ¡Qué buenos son!