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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Iker Jiménez y los bulos

Aquí los bulos peligrosos los fabrica siempre el mismo, el que desaparece con las DANA y reaparece vendiendo crecepelo

No conozco personalmente a Íker Jiménez, nunca he trabajado con él y hasta es probable que alguna vez tuviéramos alguna enganchada menor en los albores de las redes sociales, cuando todos éramos algo más tontos y algo menos discretos que ahora.

Sorprende, por cierto, la estampida de medios de comunicación y periodistas quejosos de la degradación de ese espacio, que siempre fue un vertedero, un garito nocturno de carretera secundaria lleno de pendencieros y maleantes que, no obstante, se toleraba y aplaudía porque se alineaba con sus delirios y marcaba, tontamente, la agenda mediática y política del país.

Ahora es la misma sentina, con la novedad de que ya no es solo suya desde que la compró Elon Musk y aplicó algo de pesticida al veneno woke por el método de no priorizarlo.

El caso es que a Jiménez, que como Risto con la pandemia se ha convertido en el inesperado referente televisivo de un relato sobre la tragedia de la DANA marcado por un impulso que, siendo el más natural en un periodista, es tristemente el más inusual: intentar contar la verdad, ponerse del lado de las víctimas y entender que, ante dramas siderales, no hay colores políticos ni políticos dignos de salvación.

En ese viaje, que llama la atención por el pavoroso ecosistema mediático en favor de Sánchez, capaz de sostener que si el presidente atropella a una señora en un paso de cebra el problema es la señora, se cometen errores. Y él lo cometió al dar por segura la existencia de cientos de cadáveres en un aparcamiento subterráneo en Valencia: lo mismo que contaron todos y, también, rectificaron todos incluido él.

Pero ese desliz, inevitable cuando pasamos horas en directo intentando narrar la vida, se ha querido utilizar para cancelarlo por incómodo, no por equivocarse: si fuera por eso, la lista de periodistas conducidos al Cadalso debiera ser tan eterna como la amnesia selectiva de quienes un día se disfrazan de «Las brujas de Salem», con su hoguera y su antorcha, y otros padecen una desmemoria galopante. Nunca importa el 'qué', solo cuenta el 'quién'.

Y lo grave no es que hayan ido contra Íker, la empresa que lo contrata y las firmas que se anuncian en su programa; sino que en ese ajuste de cuentas lamentable hayan intentado, también, convertir en bulo todo aquello que simplemente molesta al asfixiante poder ejercido por Sánchez, más derivado de su pavorosa falta de escrúpulos para saltarse las líneas democráticas que de su autoridad moral, electoral o institucional.

El presentador de 'Horizonte' no es más que la excusa para transformar en fake news todo aquello que perturbe, dañe o destape a quien es, en realidad, el mayor fabricante de bulos de España, de nombre Pedro y de apellido Sánchez.

Suyo fue el bulo de que asaltaba la Presidencia con una moción de censura, tras palmar dos veces en seis meses en las urnas, para regenerar la política española, mientras tapaba el burdo plagio de su tesis y empezaba a rodearse de Ábalos, Aldama o Koldo.

El de que la pandemia era un peligro ficticio y todo lo más padeceríamos unos pocos casos. El de que gobierna con una «mayoría de progreso» compuesta, en realidad, con las derechas más racistas y las izquierdas más populistas de toda Europa. El de que vamos como «un cohete», maquillando escandalosamente las estadísticas reales, previa ocupación de todas las instituciones y organismos con un lacayo dispuesto a hacer el trabajo sucio.

El de que hay que auxiliar a etarras porque lo pide una directiva europea, la amnistía tiene el respaldo de Bruselas, los jueces conspiran y los periodistas manipulan. Y así una lista ad infinitum coronada por la mayor operación de intoxicación perpetrada nunca en las peores circunstancias: la de que, antes y después de una tragedia humanitaria sin precedentes, el Gobierno no tiene competencias y quienes se indignan, con todo perdido y abandonados, están movilizados por la peligrosa ultraderecha.

Amparar a Íker, que es mayorcito y está acostumbrado a lidiar con fantasmas y demonios, no es por él. Es por usted, que tiene fácil librarse de los bulos procedentes de esa pocilga anónima que son las redes (haga como con los alimentos y mire la etiqueta de los ingredientes y la procedencia) pero casi imposible sortear los que fabrica el Gobierno: hay demasiadas meretrices dispuestas a esparcirlos mientras señalan a inocentes con su triste dedo inquisitorial. Pues van apañados.