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VertebralMariona Gumpert

No es magia, son tus impuestos

Del paquete de medidas anunciadas para ayudar a los afectados por la gota fría apenas hay dinero en ayudas directas. 5.000 millones son préstamos a través del ICO. Díganle a un señor de 60 años de Massanassa que se endeude

Sólo el pueblo salva al pueblo. Como cualquier frase, se puede interpretar –o manipular– ad infinitum. Podríamos empezar, por ejemplo, con qué nos referimos aquí al hablar de «pueblo». Pero ¿qué quieren que les diga? Se ha dicho ya tanta tontería en torno al concepto –el pueblo, la gente, la calle– que cada vez que escucho la palabra prefiero evadirme y hacer resonar en mi cabeza aquella heteropatriarcal canción de Los panchos:

Me voy p'al pueblo
Hoy es mi día
Voy a alegrar toda el alma mía

Desde el día que nos casamos
Hasta la fecha trabajando estoy
Quiero que sepas que no estoy dispuesto
A enterrar mi vida en un rincón

Con la situación política que vivimos, o salimos a quemar las calles o nos acogemos a aquello del «canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones». De ahí mi mexicana asociación entre «solo el pueblo salva al pueblo» y el «me voy p'al pueblo»; las tapas y las cañas ayudan —a quienes se las pueden permitir— a olvidar el timo del «gobierno del pueblo, de la calle, de la gente». De la gente, sí, de la gente que te vende la burra de la bondad de los impuestos. Vendida en un sentido literal de la palabra, hasta anuncios se han hecho: «No es magia, ¡son tus impuestos!»

De este sintagma enervante, la única certeza que saco es que, en efecto, son impuestos que pago; me alcanza la neurona para distinguir entre sueldo bruto y neto. No se me escapa tampoco el porcentaje de IVA del ticket del supermercado. Lo de la magia ya no me queda tan claro. Diría que es más bien ingenio, creatividad que se despliega de mil formas distintas. No pienso ahora en el jefe de blanqueo de la Policía y su curiosa forma de aislar las paredes de su casa. Qué va, eso es un clásico y va de suyo en el cargo. La carne es débil. Es más, me solidarizo con él. Nada me libra de pensar que quizá haría lo mismo en su lugar. ¿Cómo escapar del diablillo susurrante, de la seducción del «para que se lo gaste Ábalos en prostitutas te lo quedas tú, tonto el último»? Lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos. No, no estoy llamando anélido a Ábalos. Dios me libre de ofender a los gusanos.

Tan solo me pongo en el lugar de quien ha perdido todo en Valencia. Según la progredumbre, no es el pueblo quien salva al pueblo, sino el Estao. El Estao, ese ente metafísico que derrocha y puede derrochar dinero a mansalva porque, por lo visto, sale de la nada (aquí lo de «No es magia, son tus impuestos», parece obviarse). Ese Estao que omitió el deber de socorro ante una gestión desastrosa, no tiene ganas ahora de hacer magia. Del paquete de medidas anunciadas para ayudar a los afectados por la gota fría apenas hay dinero en ayudas directas. 5.000 millones son préstamos a través del ICO. Díganle a un señor de 60 años de Massanassa que se endeude: ¡no es magia, señor Puig, son sus impuestos! Ayudas directas y auténticas son 2.000 millones. A Amparo, 55 años, de Catarroja, sin casa y sin su taller de costura, le darán 2.000 euros. Y una palmadita en la espalda.

Como para quemar las calles. O para irse p'al pueblo, cantar, emborracharse y no llorar. Ahí quizá se encuentren con alguien que les diga «Anímese, le podría ir peor». ¡Es una trampa! Se animarán, y les irá peor. ¿O no está Sánchez forcejeando con sus socios para que le aprueben una nueva subida de impuestos? ¿Cuántas van ya? ¿60? Les dejo, me voy p'al pueblo.