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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Lo bueno y lo malo de una Comisión que no será

A los judíos les ha tocado enfrentarse unas cuantas veces al mal en estado puro. La última fue hace un año, y el mal tenía la cara del cobarde líder de Hamás ya liquidado, de Guterres, de Borrell, del ayatolá caído, y de la masa que llenaba las calles de Gaza

Actualizada 01:30

La nueva Comisión Europea trae un lastre que envenena los años futuros de la UE: la presidenta de la ruina del campo, la de la inmigración ilegal masiva y la del fanatismo climático, que unido a un climaterio encaprichado por un chulo de discoteca como los que debió tratar en Mallorca de joven, resultan en una catástrofe continental y en dos catástrofes españolas. Para compensar, se acaba la infame presencia, al frente de la política Exterior y de Seguridad común, del antisemita profesional Josep Borrell. Un tipo que ha escupido sobre los principios más elementales, que invirtió la culpa del pogromo del 7 de octubre, que peleó como un jabato enloquecido para negarle a Israel el derecho de Defensa, a ver si Hamás podía rematar la faena borrando del mapa al único Estado democrático de la región, el único donde los árabes viven en libertad. El que Borrell e Irán, Irán y Borrell, han puesto en el objetivo, movilizando el régimen de los ayatolás a varios grupos terroristas armados hasta los dientes (siete guerras libra Israel), y agitando Borrell su feroz judeofobia en todos los círculos internacionales sobre los que ha tenido un inmerecido ascendiente.

Agarrando al zascandil Guterres de la manita, podrían desaparecer ambos de escena bailando juntos alguna cosa nazi. Del zascandil Guterres recordaré siempre dos perlas negras. La primera ofende en lo ético y en lo estético. Consistió en decirle al representante ruso —en una reunión del Consejo de Seguridad en el curso de la cual se conoció la noticia de la invasión de Ucrania—: «Give peace a chance». Y ya. Si Marruecos invadiera España, supongo que diría: «Pega la vuelta», o algo así. La segunda inmundicia imborrable del portugués que pastorea el rebaño fantasmal de la ONU llegó, cómo no, tras el pogromo del 7 de octubre. Afirmó entonces que aquello no había sucedido sobre la nada. Es decir, que existía para el sujeto una justificación a la violación masiva de mujeres seguida de asesinato, a quemar bebés, a arrancar fetos del vientre de sus madres, etc. Eso está más allá de la inmoralidad; eso es el mal.

A los judíos les ha tocado enfrentarse unas cuantas veces al mal en estado puro. La última fue hace un año, y el mal tenía la cara del cobarde líder de Hamás ya liquidado, de Guterres, de Borrell, del ayatolá caído, y de la masa que llenaba las calles de Gaza, que, sin excepción, jaleaba los asesinatos alevosos, los tormentos y los secuestros. A Guterres cabe atribuirle, por su cargo, la responsabilidad (al menos in vigilando) por la complicidad de Unrwa con Hamás. Tras esta larga digresión, lo que no va a llevar la nueva Comisión es el haba en el tortel, o sea, a Ribera. Y eso es digno de celebración. Entre otras cosas porque la nueva Comisión es un pack, y para extraer el haba se romperá el pastel. Una lección a Úrsula (disciplina germánica).

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