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El ojo inquietoGonzalo Figar

Ideas, votos y consecuencias

Tú tienes la culpa de que la vivienda esté tan cara. Tienes la culpa de que la economía no vaya bien. La culpa es tuya. Deja de quejarte. Tus ideas y tus votos tienen consecuencias. Si quieres que las cosas cambien, cambia de ideas y de políticos

Siempre me ha llamado la atención la capacidad que tienen algunas personas para separar las decisiones que ellos toman de las cosas que luego les ocurren. Hay gente dispuesta a quejarse por todo y echar la culpa a todos por los males que sufren antes que asumir que, quizás, ellos mismos son los causantes de lo que les pasa.

La renuncia a la responsabilidad personal es uno de los mayores males que aquejan a Occidente, y a España. Muchos quieren libertad para hacer lo que les plazca pero luego tienden a no asumir la responsabilidad por las consecuencias de esas decisiones. Pero libertad y responsabilidad van necesariamente unidas, son dos caras de la misma moneda. Eso de «yo decido lo que quiero pero luego la culpa es de la sociedad» es un juego extremadamente tramposo y peligroso en el que nos hemos metido en Occidente.

Esto ocurre no sólo en términos individuales y personales, sino también en cuestiones sociales y políticas. «Las ideas tienen consecuencias», como alguien dijo; o, parafraseando, los votos tienen consecuencias. Hay ideas malas y políticos malos. Y hay ideas buenas y políticos buenos. Cada uno es libre de defender y de votar a quien quiera, pero esa libertad va unida a la responsabilidad de asumir los resultados que esas ideas y esos políticos produzcan.

España está llena de gente que se queja de lo mal que va todo pero sigue creyendo en ideas nefastas y votando a políticos nefastos. Siempre encuentran excusas externas: las cosas van mal por otros, por los ricos, por los políticos, por los especuladores, por los medios… pero nunca es culpa suya por defender ideas que nunca jamás han funcionado, ni por votar a políticos mentirosos e inútiles.

Uno de los últimos ejemplos de este fenómeno lo estamos viendo con las protestas por la vivienda. Es cierto que es una triste realidad que el acceso a un hogar, ya sea en alquiler o en propiedad, es cada vez más difícil para una familia española media, especialmente en las grandes ciudades. Pero lo que es más triste es ver cómo muchos se quejan de esta realidad cuando, en paralelo, respaldan ideas y políticas que son las responsables de ese mismo problema.

A todo este tipo de personas, les digo: no merecéis ni simpatía ni apoyo si os quejáis del precio de la vivienda a la vez que defendéis la okupación, o votáis a los partidos que la defienden. No merecéis ni simpatía ni apoyo si clamáis por los alquileres y a la vez apoyáis el control de precios, o votáis a partidos que lo promueven. No merecéis ni simpatía ni apoyo si os lamentáis de lo difícil que es acceder a una vivienda en España pero luego estáis de acuerdo con poner todo tipo de restricciones a la construcción.

Una de las razones más importantes por las que la vivienda, en propiedad o en alquiler, está tan cara es por la poca oferta que hay, especialmente en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Simple y llanamente, hay mucha gente buscando casa y pocas casas disponibles. Necesitamos más casas. Necesitamos que sea más fácil construir, arreglar, convertir y alquilar casas. Pero jamás va a ser más fácil construir si no hay suelo donde hacerlo. No va a ser más fácil construir si hacerlo es una odisea regulatoria y financiera. Por las mismas razones, nunca va a ser fácil que haya más casas para alquilar si los dueños de los pisos tienen miedo a que les okupen, o si no pueden cobrar lo que les cuesta mantener el piso.

Otra de las comprensibles quejas que se oyen en las manifestaciones por la vivienda es que «los sueldos no dan». Y es cierto: la economía española lleva años estancada. El PIB real de España fue en 2022 el mismo que en 2007. Nuestra renta per cápita también sigue anclada a niveles de hace casi 20 años y, hoy en día, España ocupa el puesto número 16 de Europa, justo entre Chipre y Malta.

Pero, nuevamente, no merecéis ni simpatía ni apoyo si os quejáis por la economía pero defendéis políticas fracasadas; o si os lamentáis por los bajos sueldos pero apoyáis los constantes atracos vía impuestos, o votáis a partidos que lo hacen. No merecéis ni simpatía ni apoyo si no encontráis un empleo digno pero a la vez promovéis la narrativa de que todos los empresarios son explotadores; o si criticáis la falta de oportunidades pero a la vez votáis a partidos que sólo regulan, ponen trabas, dificultan e incluso atacan frontalmente a la empresa y el emprendimiento.

Quizás este ejemplo os convenza de las penosas consecuencias de vuestras ideas: a principios de los años 90, España e Irlanda tenían prácticamente la misma renta per cápita; hoy en día, la de Irlanda es tres veces mayor que la española. Irlanda ha apostado por la liberalización económica, los impuestos bajos y la facilidad para emprender. España ha apostado por el expolio fiscal, la sobrerregulación y las dificultades administrativas. En Irlanda, se recibe a las empresas y multinacionales con los brazos abiertos. En España, el Gobierno les llama explotadoras y salvajes. Irlanda es rica y España está estancada.

Si apoyas esas ideas nefastas y votas a esos burócratas inútiles, no mereces simpatía porque la culpa es tuya. Tú tienes la culpa de que la vivienda esté tan cara. Tienes la culpa de que la economía no vaya bien. La culpa es tuya. Deja de quejarte. Tus ideas y tus votos tienen consecuencias. Si quieres que las cosas cambien, cambia de ideas y de políticos.