Úrsula von der Sánchez y Teresa Ribera
Es normal que les guste esa vicepresidenta española que se dio a la fuga nueve días en plena DANA porque encarna los excesos que están lastrando a Europa
En 2016, los británicos deciden en un rapto nacionalista largarse del mayor club comercial del mundo, que les compraba más del 40% de sus exportaciones. La marcha del Reino Unido resultó muy nociva para la UE, porque se trataba del país más pro negocios y más liberal del clan, tal vez el único con ese espíritu. La UE quedó entonces en manos de dos países anquilosados por el estatismo: Francia, que es hoy uno de los líderes mundiales en gandulería y burocracia, y Alemania, que no se quiso enterar de que vivíamos en la revolución digital y está empezando a pagarlo amargamente.
La Francia macronista y Alemania resumen los males que atenazan al paquidermo europeo. Macron es un figurín que todavía cree que levita en la lejana hora de la grandeur y que ha abrazado con entusiasmo toda la ingeniería social del wokismo (véanse sus loas al aborto, o su lamentable ceremonia de apertura en los Juegos de París).
Por su parte, Alemania pensaba que había encontrado la piedra filosofal del crecimiento perpetuo: un constante superávit exportador, que lograba fabricando con calidad sus clásicos del siglo XX, mayormente coches. Pero los alemanes cometieron cuatro cagadas: 1.- Se cebaron de gas ruso barato para su industria, sin contar con la deriva de Putin. 2.-Empezaron a fabricar en China (que acabó fusilándoles sus secretos industriales y haciendo lo mismo más barato). 3.- No se sumaron a tiempo al mundo digital y se quedaron como un obsoleto país analógico en pleno siglo XXI. 4.- Abrazaron con frenesí una transformación ecológica demasiado acelerada, que ha supuesto para la UE pegarse un tiro en el pie y tender una alfombra roja a China y otros emergentes.
La alemana Úrsula von der Leyen, conocida por estos pagos como Von der Sánchez por su acaramelada sintonía con el presidente más marrullero de la UE, es conservadora solo en el nombre. En realidad se trata de una ciudadana global, una cosmopolita nacida y criada en Bélgica, que luego pasó parte de su vida en Londres y Estados Unidos. Ejemplifica a la perfección el complejo de inferioridad de cierta supuesta derecha ante lo que se ha dado en mal llamar «progresismo». Úrsula se derrite de emoción ante el alarmismo climático y ha comprado muchos de los mantras de la corrección política wokista. Su pizza ideológica multisabores, en la que todo se mezcla, le permite hacer los enjuagues y cambalaches necesarios para sostenerse como presidenta de la Comisión Europea.
Sánchez ha tenido la habilidad de presentarse como gran paladín del progre-catecismo que fascina a Macron, Úrsula y similares: ecologismo pasado de rosca, feminismo de cartel, pasión arcoíris y soterramiento de los pilares reales de Europa (con especial énfasis en arrinconar al cristianismo).
Ahora surgen ya algunas voces cabales, como la de Draghi, que piden revertir cuanto antes unas obsesiones ecológicas que han resultado suicidas para nuestros bolsillos, porque mientras nosotros acelerábamos para ser los más verdes del orbe, resulta que nuestros competidores seguían manchando a saco. Por eso convertir en vicepresidenta de la UE a una talibán del cambio climático como Teresa Ribera supone un grave error. Existen además más argumentos contra ella: su cara dura, pasando de antinuclear hasta la fobia a presentarse ahora como pro nuclear; el problema de sus incompatibilidades con los cargos de su marido; y sobre todo, su lacerante fuga ante la DANA, cuando estuvo nueve días escaqueada preparando su examen para Bruselas, pues le preocupaba más forrarse y darse pote con su súper cargo que los enormes padecimientos de sus compatriotas. Sus explicaciones ayer en el Congreso fueron además de una soberbia insufrible, no da el tipo ni humanamente.
A pesar de que el PP español ha dado la batalla contra tan lamentable nombramiento, Ribera salva su futura poltrona europea porque es una entusiasta de la ideología en boga que nos está llevando al garete. A Von der Sánchez, a la que su amigo Peter le ha calentado la oreja en el G-20, le resbala la terrible espantada de Ribera durante la catástrofe de Valencia, o que sea una histérica de un ecologismo que compromete el bolsillo de los europeos. Simplemente, Teresa toca bien el arpa «progresista».
(PD: Lo del sanchismo apoyando al candidato de su vilipendiada Meloni para poder colocar a cambio a Ribera daría para otra entrega. Pobre Europa, mercadillo de hipócritas. Una buena idea destrozada por unos burócratas sin sentido práctico y que quieren cercenar nuestras raíces).