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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ea, no hay merienda

Su nueva comisaria no ha visitado Valencia. Su amigo, íntimo amigo, Pedro Sánchez, escapó de la indignación popular con máculas calzoncilleras mientras sus escudos, los Reyes, se mantenían firmes y soportaban toda suerte de quejas e improperios libres de toda culpa

Tres semanas. Tampoco es tanto el tiempo transcurrido desde la catástrofe hasta la esperada visita de la ministra Ribera a… Bruselas. Una devastadora riada de desvergüenza ha anegado Bruselas. No se han registrado 300 víctimas ni se han rescatado sus cuerpos sin vida, porque en la Unión Europea no hay vivos para morir. Están muertos. Se trata de una reunión de cadáveres sin otra ideología que sus intereses personales. La ministra responsable de la desgracia que ha arrasado las vidas, los hogares y los bienes de los valencianos, no ha visitado aún la zona de la catástrofe. Y como premio, después de oír a Von der Leyen, la ministra ausente se hará presente como comisaria europea porque, según ella, que lleva gobernando la llamada transición ecológica en España seis años, la culpa la tuvo Rajoy. ¿Qué chanchullo merodea y acaricia las espaldas de Úrsula Von der Leyen y Sánchez? ¿Cómo es posible que Weber, el presidente del PP europeo, curse la orden de votar a la socialista desertora de sus deberes nacionales? La corrupción cubre la mayoría de los escaños del Parlamento Europeo. Una corrupción estable y tranquilizadora, libre de reacciones populares. Siempre he creído, y ahora con más fuerza, que la rubia alemana, la que llora al poni y escribe a los laboratorios, tiene la decencia en estado de durmiente distracción. Todo lo que no entendemos de nuestros parlamentos nacionales, se complica aún más cuando la putrefacción alcanza los lares europeos. «Roba, y aunque se sepa, que nadie sea capaz de demostrarlo. Delinque, y como todos los que tienen que afearlo previamente han delinquido, hazlo con juicio y perseverancia, sin urgencias delatoras. Nadie te va a exigir honestidad, porque son muy pocos los honestos y apenas tienen fuerza. Y obedece a tus amos, a los que no se presentan, a los que se ocultan en los despachos inaccesibles, a los que te envían las órdenes. Serás rica cuando te retires, y Europa más pobre, pero ese no es tu problema».

¿Qué necesidad tiene Teresa Ribera de someterse a un examen con la papeleta del «sobresaliente» en el bolsillo? Si ya está aprobada para formar parte del Gobierno de Europa, ¿ por qué la obligan a permanecer horas y horas respondiendo preguntas pactadas? La mujer, Úrsula, que será mañana su cercana colaboradora, es la máxima responsable de una tragedia que se ha tragado más de 300 vidas, y que no se ha atrevido a pisar, ni a visitar, ni a reunirse con el dolor y la desesperación de los arruinados y las familias de los muertos. Y siendo la responsable, el PP europeo, con usted a la cabeza, Úrsula, obedeciendo sus consignas y el contenido secreto de los pactos, va a premiarla con el rango de comisaria europea. Menos mal que los ríos belgas fluyen con sus cauces limpios, que las agencias meteorológicas avisan a tiempo a los ciudadanos cuando apenas han caído tres gotas, y el «calentamiento global» lo más grave que se atreve a protagonizar en Bélgica, es que a usted se le enciendan los mofletes cada vez que oye la razón social de los laboratorios Pfizer. De no ser así, cuidadito con la Ribera, que además de inútil y fría, es gafe. Gafe sotanilla, es decir, la más peligrosa del baremo de las gafancias. Usted sufriría las consecuencias y ella se libraría de todas las calamidades.

Su nueva comisaria no ha visitado Valencia. Su amigo, íntimo amigo, Pedro Sánchez, escapó de la indignación popular con máculas calzoncilleras mientras sus escudos, los Reyes, se mantenían firmes y soportaban toda suerte de quejas e improperios libres de toda culpa. Su nueva comisaria, que lleva seis años destrozando la naturaleza, arruinando a los ganaderos y abrazando a los lobos a falta de gorilas, ha tenido la jeta de responsabilizar el resultado de su incompetencia a un señor que dejó de presidir el Gobierno de España hace seis años. No puedo tomar medidas contra usted, doña Úrsula, porque soy un microbio perseguido por su poder. Lo más que puedo hacer para demostrarle mi desprecio es no invitarla a merendar en mi casa.

Ya lo sabe. Si se decide a visitar el norte de España, tráigase la merienda. Ea. Más, no puedo.