¡Pérfidas redes sociales!
muchos echando pestes contra el fascismo, pero a salvo de éste. No aguantan una supuesta minoría online, pero se «autoperciben» como aguerridos combatientes contra los nazis si hubieran nacido en los años 20 del pasado siglo
Los grandes medios de comunicación progresistas andan escandalizados por las fake news, los bulos y las máquinas del fango. Vamos, que a los que no se les cae de la boca el sintagma «salvemos la democracia» no les gusta un pelo que el ciudadano tenga a su disposición diferentes fuentes informativas. En la obsesión que muestran contra cadenas de radio y televisión que no se alinean con sus intereses no entraré: el tema es viejo y nos lo sabemos todos al dedillo.
Es mucho más interesante su fijación con internet y las redes sociales. Si se aborda el fenómeno con la frialdad de un entomólogo -y no desde la consciencia de que a una le afectan estos asuntos como ciudadana- resulta hasta divertido. Estarán al tanto de las acusaciones a Elon Musk de «manipular el algoritmo» de X (Twitter). Parece un remake del escándalo «Cambridge Analytica” de 2016, pero en versión cutre, de mercadillo. La reacción patria a la pataleta contra Musk ha sido anunciar -con trompetas apocalípticas- su migración a una red similar, BlueSky, donde andan muchos echando pestes contra el fascismo, pero a salvo de éste. No aguantan una supuesta minoría online, pero se «autoperciben» como aguerridos combatientes contra los nazis si hubieran nacido en los años 20 del pasado siglo.
Así pues, el viernes -día en que Twitter España ardía por las declaraciones de Aldama- quienes de corazón cerraron su cuenta en X para dedicar su tiempo a BlueSky comentaban en dicha red la maldad de Pablo Motos al robar entrevistado a Broncano (el presentador de «La revuelta», el programa de TVE que nos cuesta un millón de euros por episodio a todos los españoles). Qué maravillosa cámara de eco. Lástima que este elevado debate, crucial para la salud democrática de España, no se quedara ahí, en esa trinchera a salvo de fascistas. A pesar del pérfido algoritmo, Musk permitió a quien así lo deseó comentar en X la jugada Motos-Broncano.
Y vaya que si lo permitió. Quien entró en Twitter ese día pudo vivir en directo una distopía en la que tenía mayor o igual repercusión en el ágora las disputas Motos-Broncano que las declaraciones de Aldama. Habrá quien piense que comparo peras con manzanas: habría habido igual empate de intereses si esa misma noche se hubieran enfrentado el Madrid contra el Barça. No se deje engañar: la polémica que rodea a estos programas de televisión tiene que ver con la ideología y, por supuesto, con la política.
Así pues, y visto lo visto, toda esta preocupación con las redes resulta un tanto melodramática. Más todavía cuando se constata que los medios de comunicación tradicional se nutren de ellas. Hay numerosos ejemplos de esto, como la importancia que se proporciona a las declaraciones de los propios políticos en estas redes. Pero hay un trabajo de criba más directo y burdo que hacen los ciudadanos de forma espontánea, aunque sólo sea porque deja en bandeja el saber qué contenido genera más interés. Esta semana lo comprobamos con la llegada a las grandes cadenas de televisión del testimonio de cómo vivió la DANA Santiago Posteguillo en Paiporta. En
momentos como éste, uno se percata de que estar en redes nos sitúa uno o dos días por delante de la viralización de cualquier contenido: entras en un bar y ves en la televisión algo que si fuera pescado ya olería.
¿Por qué impresionó tanto un discurso individual? Muchos somos conscientes desde el comienzo de la tragedia de la magnitud de lo ocurrido, aunque estemos a kilómetros del lugar: es la «magia» de la exposición constante de testimonios (fotos, audios y vídeos) a través de redes sociales. Aun así, Posteguillo nos ha llegado a todos. No ha sido, en absoluto, un gran damnificado. Pero es escritor, declama bien y el sentimiento era auténtico.
Podríamos lamentar que haya tenido que ser un «comunicador profesional» quien llegue de verdad a nuestros corazones ante realidades que deberían bastarse a sí mismas para ser aprehendidas. También podemos lamentar el papel de las redes sociales y fijarnos sólo en su aspecto negativo. O podemos asumir que las personas somos animales simbólicos, abordar el tema de la comunicación e información desde esta perspectiva y hacer un gran hincapié en la ética y deontología de los profesionales del periodismo. Está en nuestra mano elegir.