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Enrique García-Máiquez

La última gota

¿Lo de Aldama será esa última gota? No sé. Tendría que hacer el trabajo demasiado sola. Me inunda el escepticismo con la labor de oposición de Feijóo y el PP. En principio, porque les falta mordiente

Nos recuerdan nuestros opinadores más meticulosos que nada de lo que revela Aldama, incluso aunque sea cierto, implica una corrupción más grave que lo que ha hecho Pedro Sánchez con luz y taquígrafos. Véase: la amnistía que prometió no dar y ha regalado, los privilegios fiscales a las regiones insolidarias, el asalto a la separación de poderes, la mentira como mantra, etc. Concuerdo. Lo importante, sin embargo, no está en una comparativa de corrupciones, sino en el momento en que la opinión pública diga: «Basta ya».

Se trata de la ley de la gota que desborda el vaso. Es, como su nombre indica, una gota, y siempre se puede decir de ella, con la nariz arrugada, que es muy poca cosa para tanto desbordamiento, olvidando que el chorreo anterior de gotas o de chorros ha venido llenando el vaso hasta el borde. Sólo entonces ya puede llegar esa gota, decisiva. La mecánica del desbordamiento funciona así, y hay que recordarlo cada vez que alguien afee las excesivas consecuencias de la última gota, siempre populista. Ésta ha capitalizado los efectos, sí, pero son los que se venían acumulando, comprimidos, como un muelle, con todas las gotas previas.

¿Lo de Aldama será esa última gota? No sé. Tendría que hacer el trabajo demasiado sola. Me inunda el escepticismo con la labor de oposición de Feijóo y el PP. En principio, porque les falta mordiente. Feijóo dijo que Teresa Ribera no podía ser vicepresidente, y tenía razón, y va a ser vicepresidenta, y él ha quedado como Cagancho en Almagro, pero en Europa. Sánchez, Aldama aparte, ha sacado adelante esta semana el nombramiento de Ribera y los Presupuestos. Son dos éxitos muy importantes, y bien que me pesan. Feijóo no ha sacado nada… teniéndolo todo a favor. Uno se pregunta si realmente en el PP quieren morder al PSOE o no.

Se reunió el todo PP para la presentación de la biografía intelectual de Manuel Fraga que ha escrito Jesús Trillo-Figueroa, del que me llegan los mejores auspicios. Miguel Ángel Quintana Paz, mi corresponsal en el acto, nos contó que tanto Marhuenda, director de La Razón e importante figura opinativa del PP, como el mismo Feijóo, hicieron sendas loas a la alternancia y subrayaron la necesidad de que el PSOE articule el 50% de la democracia española. Ojo: justo ahora.

Ahora y con la que ha liado el PSOE en sus ciento y pico años de existencia, uno tras otro. Con esa dependencia ontológica hacia el PSOE, ya puede venir Aldama a tirar de la manta, que el PP siente la necesidad de poner a los socialistas enseguida un colchón. No quiere que se le rompa el juguete de su legitimidad refleja. Por supuesto, el PSOE piensa todo lo contrario y su objetivo es destruir al PP que lo protege, para convertirse en el Partido Único que, en lo ideológico, ya casi es. Esta asimetría explica la ventaja letal con la que parten los socialistas en todas las confrontaciones. Uno salvando al que le quiere laminar.

¿Entonces lo de Aldama devendrá inútil? Tal vez no. Porque una cosa es el PP y otra el pueblo soberano que, a la vez, ha visto la gravísima ineficacia gubernativa en Valencia. La última gota desbordará del lado del propio PSOE, cuando el partido vea que algún escándalo vaya a ser la gota que les pasará, finalmente, factura electoral.

Digamos que institucionalmente y tal y como están las cosas sí cabe suspirar este lema: «Sólo el pueblo salva al pueblo». El problema es que «el pueblo» es muchísima gente. Sólo cuando Sánchez no sea garantía de éxito electoral o pactista para la izquierda, rebosará el vaso.